Califato

Recuerdos inolvidables con Su Santidad (aba)

© Pixabay

Por María I. Losa, Reino Unido

Era principios de junio de 2013. Hace ya casi siete años, pero lo recuerdo como si fuera ayer, fresco y vivo en mi memoria.

Desde el primer momento en que me informaron que mi reunión privada con Su Santidad (aba) estaba reservada, me puse muy nerviosa. Esa reunión no se trataba de un mero encuentro, sino que marcaba una nueva era para mí, ya que en ese día entraba en la Comunidad Musulmana Ahmadía.

Después de la oración de Ásar (oración de la tarde), aquellas personas bendecidas, que iban a tener la oportunidad de conocer a Su Santidad (aba) tenían que esperar en  una sala hasta que se les llamara por su nombre. Así que, allí estaba, esperando para ser llamada. Algunos charlaban, otros permanecían en silencio, mientras que otros se concentraban en rezar. A su vez intentaba concentrarme en las oraciones, pero mi corazón latía tan rápido que no podía. Yo era la única de mi familia que estaba dando ese paso;  ya que provenía de un ambiente católico en España, me sentía bendecida al estar entre los pocos que realmente entendían la importancia y el significado de conocer a Su Santidad (aba).

Apenas unos metros me separaban de él, la persona elegida por Dios Altísimo para guiarnos hacia Él, para traer la fe a la tierra, para recordarnos al verdadero Creador. Él era su representante. Su Santidad (aba) no era un como hombre cualquiera. Era y es el hombre vivo más cercano a Dios Altísimo en la tierra.

Me llamaron. Sentí que estaba a punto de caerme.

Caminé a través de las oficinas que me marcaban el camino hacia su oficina y cuando la puerta se abrió, un aire fresco y limpio emanó, que incluso pude sentir esa frescura en mi cara. Entré y lo vi a él, al Jalifa (aba) de Dios , el Quinto Jalifa (aba) del Mesías Prometido (as), de pie detrás de su escritorio con su mano extendida invitándome a tomar asiento. Cuando vi esa luz y aura en su rostro bendito, me quedé estupefacta. Ciertamente, quería llorar.

Tomé asiento frente al escritorio, y le expliqué que quería firmar mi formulario Baiat (juramento de iniciación) allí, delante suyo. Entonces, sonrió y bromeó, diciendo, “Ya te pareces a una áhmadi”. Me preguntó de dónde era y sobre mi familia.

Me sentí tan privilegiada por su presencia, que no quería que ese momento terminara. Después de que firmé mi formulario, él extendió su mano bendita y lo tomó. Ya lo había hecho. Había dado el paso. Ahora, era una musulmana áhmadi de la mano de Masrur (aba).

Me sentí aliviada, a salvo, sentí que estaba haciendo lo correcto, porque era el último paso para unirme a la religión de Dios.

Le pedí sus oraciones especiales y después mi tiempo con él llegó a su fin.

Desde ese día, siete años después, he sido testigo, en numerosas ocasiones, de la atención y el cuidado que Su Santidad (aba) muestra, no sólo a los musulmanes ahmadíes sino también a los no musulmanes.

Nos ha guiado en muchas oportunidades, en momentos de dificultad y de miedo.

Un ejemplo de ello ocurrió en diciembre de 2019. Normalmente, durante el período de vacaciones, mi marido y mis hijos viajamos a España para visitar y pasar tiempo con mi familia, en mi ciudad natal. Mientras estábamos allí, mi abuela tuvo un accidente fatídico:  se cayó y se golpeó el ojo con la esquina de la mesita de noche. Cuando vimos la lesión temimos lo peor; probablemente perdería la vista en ese ojo, o incluso podrían producirse más daños en los tejidos cercanos. En el hospital, los médicos expresaron la urgencia de una intervención quirúrgica; e incluso les preocupaba que, si no se curaba adecuadamente, el ojo afectado podría tener que ser extirpado. Mi familia y yo estábamos muy preocupados. Pero les sugerí que en ese momento necesitábamos orar y la ayuda de Dios Altísimo. Les dije que si había alguien en el mundo cuyas oraciones son escuchadas; ese era nuestro Jalifadel islam (aba), el Sucesor del Mesías Prometido (as). Así que les sugerí que escribiéramos una carta urgente a Su Santidad (aba), para explicarle lo ocurrido y solicitarle oraciones para mi abuela. En ese mismo momento, enviamos la carta a Londres, y el mensaje fue transmitido a Su Santidad (aba). El hecho de enviar la carta nos consoló mucho, nos ayudó a calmarnos, y a tener la esperanza de que la salud de mi abuela iba a mejorar, ya que nuestro Jalifa (aba) estaría rezando por ella.

Al día siguiente, se realizó la operación con éxito y en los próximos días tuvo una rápida recuperación. Aunque tuvo que estar ingresada en hospital durante una semana, fue dada de alta y pudo volver a su rutina. Lamentablemente, perdió la vista en ese ojo, pero gracias a Dios no se produjeron otras complicaciones, y el daño no afectó a otras áreas o tejidos. Todos nos sentimos aliviados. Realmente creo que su recuperación fue gracias a las oraciones de Su Santidad (aba).

Pero lo más sorprendente, que demuestra el inmenso amor y cuidado de Su Santidad (aba) por la humanidad, fue lo que sucedió después.

Meses más tarde de aquel incidente, a finales de febrero de 2020, tuve otra reunión privada con Su Santidad (aba), pero esta vez, junto con mi hermano que viajó de España para conocer a Jalifa (aba) por primera vez. Tan pronto como entramos a la oficina, Su Santidad (aba) nos miró y nos preguntó:

“¿Cómo está tu abuela?”

Nos sorprendió ver que Su Santidad (aba) todavía recordaba el accidente e incluso preguntó por lo ocurrido. A pesar de que no habíamos mencionamos más el hecho a Su Santidad (aba), ni en cartas ni en otras reuniones; él todavía lo recordaba. Incluso pudimos percibir en su cara, la preocupación por el estado de salud de mi abuela. Le explicamos que se había recuperado y que se encontraba muy  bien, Alhamdulil’lah (todos los elogios pertenecen a Dios).

Su Santidad (aba)  es verdaderamente un hombre de Dios,

que se preocupa y reza por todos nosotros.

Él es divinamente guiado, y podemos ser testigos frente a nuestros ojos, una y otra vez.

Que Dios Altísimo colme de bendiciones nuestro amado Jalifa (aba); que Dios lo ayude, lo proteja y lo guíe en todo momento. ¡Amen!

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