Qasim Choudhary, Estados Unidos
Julián Mantle lo tenía todo: poder, prestigio, prosperidad y, por supuesto, el Ferrari rojo aparcado en la entrada de su casa. El genial litigante había ascendido rápidamente en el hiper competitivo mundo legal; sin embargo, las cosas no eran tan idílicas como aparentemente parecían. El frenético estilo de vida de Julian empezó a hacer mella en su bienestar físico, emocional y espiritual. Cínico, infeliz y sin sentido, el entusiasta y experto litigante sufrió un ataque cardíaco que le alteró la vida en plena sala de audiencias.
Tras su recuperación, Julián vendió inesperadamente toda su riqueza material y se marchó a la India con la esperanza de conseguir una vida plena y feliz.
Tres años después, un Julián joven, vibrante y contento se sentaba frente a su mejor amigo John, quien apenas podía reconocer a la persona que tenía delante. John lo describió como una persona que irradiaba paz. Pero, ¿qué causó esta completa transformación?
Julián lo atribuyó a la antigua sabiduría que aprendió de los yoguis, monjes y sabios que encontró durante su autoexilio en la India. En particular, conoció a un grupo místico de sabios que residían en las montañas del Himalaya. Estas personas habían descubierto un sistema para mejorar profundamente la calidad de vida de cualquier persona, y le transmitieron sus conocimientos.
Al hojear las páginas de esta fábula inspiradora, se hace evidente cómo la excesiva búsqueda materialista dejó a Julián sin pasión y abrumado por el vacío. Me pregunté qué consejo daría la filosofía islámica a Julián y a otros materialistas.
Si la riqueza no puede llenar el vacío interior, ¿qué puede hacerlo?
Con estas preguntas en mente, traté de buscar el remedio islámico para esta dolencia que afecta a innumerables personas en el mundo.
¿La raíz del mal?
A pesar de todas las ganancias materiales que Julián había acumulado a lo largo de los años, su hambre de riqueza y su obsesión por el trabajo acabaron por quebrar su espíritu. No podía dormir más de un par de horas y le consumía el hambre de tener más; más prestigio, más gloria y, más dinero. ¿Fue la riqueza la perdición de Julián Mantle? El Mesías Prometido y fundador de la Comunidad Musulmana Ahmadia, Su Santidad Mirza Ghulam Ahmad (as) puede ayudarnos a responder esta pregunta.
Algunas personas tienden a restar importancia a la riqueza y a etiquetarla como la raíz de todos los males. Sin embargo, el Mesías Prometido (as) adoptó un enfoque integral y ofreció una verdad universal en este asunto al afirmar:
“A menudo, los ricos pueden hacer cosas que los pobres e indigentes no pueden. En la época del Mensajero de Dios, la paz y bendiciones de Dios sean con él, el primer Jalifa (ra), que era un comerciante muy hábil, ofreció un apoyo inestimable cuando se convirtió en musulmán, y recibió el rango de veraz (Siddiq); fue el compañero más cercano al Santo Profeta (sa) y se convirtió en su primer Jalifa”[1].
Aquí, el Mesías Prometido (as) expone la verdad universal sobre los beneficios de la riqueza. Su Santiad Abu Bakr (ra) es un excelente ejemplo de alguien que acumuló abundantes riquezas y las dedicó a la causa del islam. Cuando llegó el momento, estaba dispuesto a desprenderse de todos sus bienes materiales en un abrir y cerrar de ojos, por un propósito significativo. Utilizó la riqueza en su beneficio y se convirtió para siempre en el arquetipo del sacrificio y en alguien que dio prioridad a su fe sobre los asuntos mundanos. La sociedad actual sugiere que las personas con mucho dinero son ricas. Sin embargo, Abu Bakr (ra) demostró la verdadera definición de riqueza al no permitirse nunca convertirse en un siervo de su riqueza, sino que su riqueza sólo le sirvió a él y a su propósito.
Objetivo final
Es evidente que el islam no prohíbe la acumulación de riqueza y la búsqueda del bien de este mundo. Sin embargo, incluso en este aspecto, el Mesías Prometido (as) traza una línea distinta y dice: “No debes convertir este mundo en tu objetivo final. De hecho, haz de la religión tu objetivo final, y deja que los esfuerzos mundanos actúen como un medio para ese fin”[2].
Un fallo importante en el enfoque de la vida de Julián era hacer de la riqueza el objetivo final de la vida. Fue un propósito que dejó su alma vacía sin vida.
El estado de los materialistas
A primera vista, puede parecer que las personas que han hecho de la riqueza su deidad viven en el placer y el gran gozo. Una vez más, el Mesías Prometido (as) disipa profundamente esta falsa noción y afirma:
“Os digo con toda sinceridad que esa gente parece feliz sólo a los ojos del mundo, en realidad, esa gente arde por dentro y se ahoga en el dolor”[3].
Este pasaje resume muy bien la confusión y la crisis interior que experimentaba Julián. Los de fuera sólo veían a un hombre que conducía los coches más lujosos, cenaba en los mejores restaurantes, y trabajaba en un despacho con paneles de roble en un reluciente rascacielos del centro de la ciudad. Todas estas cosas superficiales parecen ser la medida de la felicidad, pero los espectadores ignoran el fuego que arde dentro del materialista. Como dice el Mesías Prometido (as) con gran perspicacia:
“Vosotros miráis las caras de estas personas, pero yo veo sus corazones. Están envueltos en un fuego abrasador y enredados en cadenas y collares de hierro”[4].
El estado de satisfacción
یٰۤاَیَّتُھَا النَّفۡسُ الۡمُطۡمَئِنَّۃُ
“Y tú, ¡oh alma en paz!”[5]
Es manifiestamente evidente que las diversas formas de los placeres mundanos nunca pueden hacernos navegar hacia las orillas de la satisfacción. Al igual que el barco de papel, está destinado a ahogar a sus pasajeros. Sin embargo, existe una clase de personas que, a pesar de todas las riquezas y el prestigio que les llega, no vinculan su felicidad a ello. Más bien, su consuelo y felicidad radica únicamente en Dios Todopoderoso[6].
También Julián buscaba la satisfacción de por vida. Los sabios le propusieron que el Dharma, que es la palabra sánscrita para el propósito de la vida, colmara ese anhelo. Así, tras una profunda reflexión, Julián hizo del servicio desinteresado a los demás su Dharma.
Este noble objetivo está bellamente ilustrado por el Mesías Prometido (as) en la siguiente copla,
مرا مقصود و مطلوب و تمنا خد مت خلق است
ہمیں کارم ہمیں بارم ہمیں رسمم ہمیں راہم
“Mi propósito, anhelo y deseo de corazón es servir a la humanidad;
Este es mi trabajo, esta es mi fe, este es mi hábito y esta es mi forma de vida”[7].
La verdadera felicidad
El deseo último de todos en la vida es encontrar la paz y la felicidad.[8] El protagonista de esta fábula no era diferente. Pero, ¿qué montaña hay que escalar o qué valle hay que atravesar para encontrar el secreto de la paz verdadera y eterna? Para ello, Dios, el Exaltado, ha puesto a disposición nuestra un solo camino: el camino conocido como la rectitud, que es sinónimo del camino recto (sirat-e-mustaqim). La verdadera felicidad depende únicamente de la rectitud, y este camino está reservado para una persona temerosa de Dios.[9] Te encontrarás con muchos yoguis, sabios y monjes que te dirán que buscan mostrarte el camino. Te aconsejarán que realices diferentes conjuros y ejercicios extenuantes. Pero nunca olvides que el camino adoptado por el Santo Profeta (sas) es el más eficaz y el más cercano a Dios. Adoptar un método que no fue practicado por el Santo Profeta (sa) es inútil. ¿Quién podría tener más experiencia que él (sa) en el campo de la búsqueda de Dios? Sigue los pasos del Santo Profeta (sa) y trata de no desviarte de su camino ni un centímetro.
بزہد و ورع کوش و صدق و صفا
و لیکن میفزائے بر مصطفٰی
“Esfuérzate por abandonar el materialismo y adoptar la piedad, la sinceridad y la pureza;
Pero no te salgas de (las prácticas enseñadas por) Mustafá (sa)”[10]
Sobre el autor: Qasim Choudhary es un recién graduado del Instituto Ahmadi de Lenguas y Teología de Canadá, y sirve como imán de la Comunidad Musulmana Ahmadía en los Estados Unidos.
REFERENCIAS
[1]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.266 (2019)
[2]Ibid
[3]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.134 (2019)
[4]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.135 (2019)
[5]The Holy Qur’an, 89:28
[6]Malfuzat Vol.I, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.106-107 (2018)
[7]Barahin-e-Ahmadiyya, Vol.I, pg.88
[8]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.134 (2019)
[9]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.135 (2019)
[10]Malfuzat Vol.II, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng.Translation) p.71 (2019)
Añadir comentario