Espiritualidad Existencia de Dios

Testimonio personal: “Dios escuchó mis plegarias”

Berivan Muhammad Saeed, Noruega

En el presente artículo la autora nos narra sus experiencias de cómo sus súplicas y oraciones han sido escuchadas y respondidas por Dios, en los momentos de mayor dificultad y pesadumbre. Nos explica cómo su vida cambió tras aceptar el mensaje del Mesías Prometidoas, el Imam de la época y fundador de la Comunidad Musulmana Ahmadía, y cómo su conexión con Dios se fortificó tras convertirse en musulmana áhmadi.

Dios Altísimo dice en el Sagrado Corán:

“Y cuando mis siervos te pregunten por Mí, diles: ‘Estoy cerca, respondo a la plegaria del que suplica cuando Me invoca.’”

En el presente artículo, intento narrar algunas de mis experiencias personales en relación a la aceptación de las plegarias por Dios Altísimo.

Gracias a Dios, me hice musulmana áhmadi, de la mano de nuestro Jalifa, Su Santidad Mirza Masrur Ahmadaba en 2011. Soy originaria del Kurdistán, en Iraq, pero me mudé a Noruega después de casarme con el padre de mis hijos, quien residía en Noruega. 

Mis hijos me preguntaron: “¿Por qué lloras y rezas con tanta insistencia? En el peor de los casos, podemos regresar a casa.”

Actualmente tengo dos hijos. Me separé de su padre hace más de 15 años a causa de diferencias intelectuales e ideológicas. Mi madre se trasladó desde Kurdistán para ayudarme en mi aflicción cuando los niños eran pequeños y vivió conmigo hasta que falleció.

Ciertamente, en ocasiones tuvimos experiencias de aceptación de plegarias antes de entrar en la Comunidad Musulmana Ahmadía, “el verdadero islam”; pero después de hacer el Baiat (Juramento de iniciación), y entrar a formar parte de la comunidad establecida por el Imam de la época, de nuestro Maestro Mirza Ghulam Ahmadas, las experiencias se volvieron incontables y las vivimos a diario con la gracia de Dios Altísimo. Y esto indica la divinidad existente en esta comunidad y conforma una brillante prueba sobre la veracidad de nuestro Imam el Mesías Prometidoas, quien trajo la fe de las pléyades.

En el siguiente artículo, he elegido algunas experiencias en las cuales participaron otras personas y fueron testigos de la respuesta de Dios a nuestras oraciones, Alabado sea Él.                   

Viaje al congreso anual de Reino Unido (Yalsa Salana)

Aquella era la primera vez que íbamos a asistir a uno de los congresos anuales que celebra la Comunidad Musulmana Ahmadía, desde que me hice musulmana áhmadi. Para los miembros de la Comunidad Ahmadía estos congresos anuales son muy importantes, ya que nos ayuda a avanzar espiritualmente y refuerza los lazos de fraternidad con los otros miembros.

El aeropuerto desde donde partíamos se encontraba a dos horas de nuestra ciudad, y la hora del despegue del vuelo era muy de madrugada. Salimos muy temprano por la mañana, pero cuando cruzábamos la ciudad de Oslo, nuestro coche se atascó en el tráfico. Mientras conducía el coche, no cesaba de orar y pedir a Dios que nos ayudase y nos asistiera para poder asistir a la convención anual, mientras las lágrimas caían espontáneamente por mis mejillas.

Mis hijos me preguntaron: “¿Por qué lloras y rezas con tanta insistencia? En el peor de los casos, podemos regresar a casa.”

Todo indicaba que alcanzar ese vuelo iba a ser imposible.

Les respondí: “No lo sé; Pero una extraña sensación existía dentro de mí, y me empujaba a no perderme este congreso. Sin olvidar que era nuestro primer Yalsa Salana y no sabíamos qué se sentía al asistir, ni tampoco sabíamos lo que nos esperaba.

“Desafortunadamente llegamos al aeropuerto cuando tan sólo quedaban unos 30 o 40 minutos para el despegue del avión. Aún nos quedaba aparcar el coche y pagar los gastos, así como también hacer los trámites para llegar a la puerta de embarque. Todo indicaba que alcanzar ese vuelo iba a ser imposible. Cuando llegamos a la puerta de embarque estaba completamente vacía y no encontramos a nadie allí. Sin embargo, no perdí la esperanza ni por un momento. En mi interior había una fuerte sensación de que cogeríamos aquel vuelo.

“¿A qué estamos esperando? Regresemos a casa.”

“En esas circunstancias y mientras estábamos de pie, mis hijos me preguntaron: “¿A qué estamos esperando? Regresemos a casa.”

En ese momento, vi que alguien salía por la puerta que comunicaba la sala de espera con la pasarela para llegar al avión; en ese momento me dirigí directa hacia aquel hombre y le conté lo que nos había pasado. Dijo que era ya imposible y que todo estaba cerrado y que el motor del avión estaba en marcha. Le rogué que por favor llamara al piloto. Dijo que era imposible que no aceptaría subir a más pasajeros. Le insistí que no perdería nada si lo intentaba.

Entonces recordé que unos días antes de este suceso había escuchado en uno de los sermones del Jalifaaba, líder supremo de la Comunidad Musulmana Ahmadía, que en una ocasión tres personas se habían quedado atrapados en una cueva, y una gran roca obstaculizaba la salida. Los tres oraron y pidieron a Dios ayuda, y mencionaron las buenas obras que hicieron en sus vidas, entonces la roca se movió de su lugar y pudieron salir.

Cuando la persona levantó el teléfono para llamar al piloto, comencé a orar a Dios Altísimo con todo mi fervor, y recordé las palabras de nuestro Jalifaaba y dije: ¡Oh Señor, si en tus ojos soy virtuosa y fui amable con mi madre, ábrenos la puerta del avión como abriste la puerta a los de la cueva … y mientras estaba inmersa en éste estado, escuché al hombre decir: 

“¡Os han abierto la puerta del avión!”

Y a su vez  repetía: “¡en toda mi vida laboral jamás he visto esto!”

Toda la alabanza pertenece a Dios Altísimo.

Enero de 2018

En otra ocasión, mi madre y yo viajabámos en coche a una ciudad vecina a tres millas de distancia de nuestro hogar, con el fin de asistir a una de las reuniones mensuales que las mujeres áhmadis celebran con regularidad. Con la gracia de Dios Altísimo, cuando asisto a estas reuniones, siempre llevo conmigo a otra hermana áhmadi que no tiene carné de conducir, y por lo tanto no puede desplazarse a la reunión. Una vez terminada la reunión, en el camino de vuelta, me dirigí a su casa para dejarla primero antes de dirigirnos a la mía. Su casa estaba ubicada en las afueras de la ciudad y detrás de ésta hay un bosque.

Cuando estábamos aproximándonos a la casa, era la hora del atardecer y el suelo estaba cubierto de nieve, hasta el punto que era difícil distinguir entre la calle y la pendiente. El callejón que conduce a su casa era muy estrecho. Cuando entré en él me costaba girar el coche, así que comenzó a deslizarse por una pendiente pronunciada que no noté por la nieve. Mi madre era presa del pánico y ambas temíamos que el coche resbalara a pesar de mis muchos intentos por salir de la pendiente.

Salí del coche para agradecerles la ayuda, pero para mi sorpresa, no hablaban noruego

Mi amiga abandonó el coche y fue a buscar a su esposo que estaba dentro de su casa para ayudarnos. Mi mamá y yo nos quedamos en el coche un buen rato esperándolos. Durante todo ese tiempo no dejamos de orar.

¡Oh mi Dios; Oh mi amado Señor, el que conoce mi debilidad y mi falta de recursos. Tú conoces el motivo de mi salida de mi hogar y el motivo de mi presencia en esta región. Tú ves a mi anciana madre a mi lado. Ten misericordia de nosotros y sácanos de esta angustia, oh Misericordioso! 

El esposo de mi amiga lo intentó todo, incluso trajo una cuerda y la ató a su coche para tirar del mío, pero no dio ningún resultado. Mientras tanto, y mientras estaba inmersa en las súplicas, levanté mi cabeza y vi a tres hombres con cuerpos enormes y fuertes frente a mi coche y empezaron a empujarlo hacia arriba. 

Tras varios minutos, pusieron mi coche de vuelta en la calle. Salí del coche para agradecerles la ayuda, pero para mi sorpresa, no hablaban noruego. Me quedé muy sorprendida.

Realmente fue un milagro.

Gracias a Dios.

13 de junio de 2019

Ese día fue cuando mi querida madre y la compañera de mi vida falleció. Algunos hermanos y hermanas de la Comunidad Musulmana Ahmadía me aconsejaron que escribiera a Su Santidad, nuestro líder supremo y espiritualaba, para que hiciera plegarias por ella y quizás -si Dios quiere- también rece la oración de su funeral.

Dudé en escribir una carta sobre sus virtudes y pensé que solo debería escribir para que hiciera plegarias. Me pregunté a mí misma: ¿quiénes somos nosotras?

Tan solo han pasado unos años de nuestro Baiat, los cuáles se pueden contar con los dedos de la mano, y el Jalifaaba no nos conoce. Además, pensaba que no debería molestarle con mis peticiones, ya que está muy ocupado y su tiempo es oro. Estos motivos fueron los que me hicieron retrasar el envío de la carta sobre mi madre a mi amado Jalifa. Hasta que por fin la envié el 19 de julio y sabía que los trámites tomarían tiempo hasta que la carta llegase a su despacho, y tomase una decisión al respecto.

“¡Te traigo buenas nuevas! Es posible que el Jalifaaba mencione el nombre de tu madre hoy”. 

Al entrar en el mes de agosto comencé a investigar si había llegado la carta. Me dijeron que sí, que fue traducida y enviada a la oficina del Jalifaaba. Así que decidí orar a Dios Altísimo acerca de mi mensaje y por favorecernos con su especial agradecimiento ofreciendo la oración fúnebre en ausencia por su alma. Durante el sermón del 9 de agosto, me senté ante la televisión y esperé escuchar el nombre de mi madre, sin embargo, su nombre no fue mencionado. Sentí que había descuidado las plegarias y que debía suplicar más intensamente. Cuando llegó el viernes 16 de agosto y tampoco mencionó su nombre, me preocupé. Pensé que si hubiera recibido una carta en respuesta a mi petición por las plegarias de mi madre, significaría que el asunto se había terminado y que el Jalifaaba rezó por ella, por lo que no había nada más que esperar.

Sin embargo, alabado sea Dios, ese mismo día, el honorable hermano, señor Nadim Taher, me llamó y me dijo que el presidente de la Comunidad Ahmadía de Noruega tiene que enviar una carta a la oficina del Jalifaaba para confirmar que eres áhmadi. Entonces le escribí al presidente de la Comunidad en Noruega para que continuaran con los trámites.

El viernes siguiente llamé al presidente para asegurarme de que habían enviado los documentos. Me dijo que tardaron un poco en enviarlos pero que ya habían llegado a la oficina del Jalifaaba. Entonces pensé todo iba en la dirección correcta, ahora no tengo más que orar a Dios Altísimo con todo fervor y suplicar para que sus favores y bendiciones nos sean concedidos.

Recé. ¡Oh Señor, si has aceptado mi servicio y mi cuidado a mi madre en los años de su vida conmigo, entonces haz que el Jalifaaba ofrezca la oración fúnebre por su alma! Con esta súplica, cada vez que pasaba el viernes y no escuchaba la mención de mi madre durante el sermón del Jalifaaba, me angustiaba por completo, y me quedaba en la alfombra de oración, y me afligía un estado de miedo, pánico y temor, lloraba severamente por miedo de que Dios Altísimo estuviera enojado conmigo. Fueron las dos semanas más difíciles de mi vida, y la más penosas, hasta el punto que mis hijos se dieron cuenta y escuchaban mi llanto durante la noche y que incluso me preguntaron por la causa, mostrándome su compasión. Pero nadie es más compasivo que el Señor de los Mundos, el Más Misericordioso. La mañana del viernes 13 de septiembre, después de la oración del amanecer, vi en un sueño a alguien que me decía que recibirás un mensaje de Nadim Taher, y luego vi en mi mano un papel blanco que decía: “buena nueva”.

Me desperté y me postré en el suelo directamente ante mi amado Señor, y de hecho, una hora después, el Nadim me escribió un mensaje: 

“¡Te traigo buenas nuevas! Es posible que el Jalifaaba mencione el nombre de tu madre hoy”. 

Y ciertamente fue una gran noticia, lo máximo que hubiera esperado es que el Jalifaaba mencionase a mi madre y rezara por ella la oración fúnebre, no me imaginaba que pudiera pasar algo así. La generosidad y favor de Su Santidadaba fueron tan grandes para nosotros como siempre lo son. Mencionó sus virtudes e incluso mencionó todo lo que venía en la carta, alabado sea Dios.

Vale la pena mencionar la sabiduría divina que se escondía detrás de la demora de la oración fúnebre de mi madre, que era para mí una sorpresa que me llenó de alegría y felicidad, pues Dios Altísimo tiene una sabiduría que no conocemos. Y es que el sermón de ese día, 13 de septiembre de 2019, no fue en la mezquita como de costumbre, sino en otra mezquita donde se reunieron una multitud de personas que duplicaba aquéllos que se congregan en la mezquita habitual. Gracias a Dios Altísimo por su generosidad, todas estas personas oraron por el alma de mi amada madre, alabado sea Dios.

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