Por Abdun Nur Ghalib Baten, Imam, Paraguay
Fui el primer misionero de la Comunidad Musulmana Ahmadía destinado a una estancia de larga duración en Paraguay. Mi esposa y yo llegamos en noviembre de 2016 con nuestro equipaje, con poco conocimiento del español y algunos documentos que habíamos legalizado en la Embajada de Paraguay en Canadá, necesarios para solicitar la residencia permanente.
Apenas llegamos, comenzamos el arduo proceso de solicitud de residencia. Hubo numerosas visitas a comisarías, hospitales y oficinas jurídicas, además de la oficina de inmigración. Tardamos casi tres meses, con esfuerzos meticulosos para tener todo en orden y presentar nuestra solicitud. Después de varios meses, desde la oficina de inmigración nos dijeron que mi expediente estaba en espera porque no tenía un certificado de nacimiento que ellos reconocían como oficial. Hablé con los funcionarios y luego con sus supervisores, pero todo ello sin resultado. Todos nos dijeron lo mismo: ‘es imposible conseguir la residencia sin un certificado de nacimiento’.
Todos nos dijeron lo mismo: ‘es imposible conseguir la residencia sin un certificado de nacimiento’.
Escribí una carta al Director de Inmigración, sin éxito. Tras ello decidimos que mi esposa y yo volveríamos a la oficina para reunirnos con la vicedirectora. Allí, una señora mayor escuchó mi situación, pero no pudo darme una solución. Me preguntó para quién trabajaba, a lo que respondí: “Trabajo para Dios”. Al oír esto, replicó: “Bueno, veamos lo poderoso que es tu Dios”.
Nos levantamos y nos fuimos, y por su respuesta me sentí seguro de que Dios le mostraría Su poder. Los secretarios continuaban desviando nuestra petición de hablar con el director de inmigración. Me dijeron con certeza que él rechazaría mi solicitud sin un certificado de nacimiento válido y que simplemente no había otra manera.
En Paraguay, es habitual que el personal te ponga obstáculos para reunirte con un ministro o un director cuando tienes un problema y necesitas su ayuda.
“Trabajo para Dios”
A pesar de la situación aparentemente imposible, sabía que estaba allí por Dios, así que lo único que podía hacer era rezar e implorar que me abriera un camino. También escribí muchas cartas pidiendo oraciones al Jefe Mundial y actual Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía, Su Santidad Mirza Masrur Ahmad (aba).
Mi esposa y yo decidimos que nos sentaríamos en la oficina de inmigración hasta que nos dieran una reunión con el director. Después de unos días de ir y permanecer en la sala de espera, finalmente se cansaron de nosotros y nos programaron una reunión con el director.
Una semana después, llegamos y esperamos un par de horas, hasta que el director nos llamó para preguntarnos cuál era nuestro problema. Tras escuchar nuestra petición, llamó de inmediato -probablemente en menos de un minuto- a su vicedirectora, que resultó ser la misma señora que no nos había resuelto nuestro asunto en los días anteriores. Le dijo que anulara el requisito de la partida de nacimiento y que se asegurara de que recibiéramos la residencia ese mismo día.
Cuando salimos de la oficina ese mismo día, la propia vicedirectora nos contó que nunca había visto a nadie obtener la residencia tan rápidamente, y menos aún sin la partida de nacimiento obligatoria.
Además, admitió,
‘Tenés un santo muy poderoso que os ayuda’.
Antes de irme, le contesté:
‘No creemos en santos, tenemos un Dios Todopoderoso’.
Recibimos nuestras tarjetas de residencia.
Nuestro Dios es el que hace realidad lo aparentemente imposible. Él ayuda a los que buscan sinceramente Su ayuda. Él escucha a los que le invocan sinceramente, así que invócale con el corazón y el alma y compruébalo tú mismo.
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