Islam

Soy cristiana, pero practico el Ramadán

Por Noelia Serna

Mi nombre es Noelia, soy de nacionalidad española, y criada en un pequeño pueblo de Ciudad Real (Tomelloso). Estoy bautizada, e hice mi primera Comunión y después de años de catequesis, a los 17 años me confirmé en la religión cristiana.

Hoy me pregunto si lo hice porqué realmente tenía el conocimiento y la fe completa, o porque estaba movida por la inercia pues todos mis conocimientos religiosos adquiridos en el colegio o en catequesis no me mostraron otra religión diferente. Además, al crecer en una familia muy creyente del cristianismo, y al pertenecer a una población formalmente cristiana, ni siquiera me plantee otra cosa. Aunque en su momento lo hacía sin dudas, hoy me lo replanteo. 

Por supuesto soy creyente, tengo plena fe en la existencia de Dios y es verdaderamente importante para mí la búsqueda de la paz. El intentar sacar la mejor versión de mí misma hace que me despierte una curiosidad por descubrir más de otras religiones que no sean la mía. 

También tengo la suerte de tener una prima conversa al islam, que me ha enseñado y proporcionado muchos datos curiosos y haciéndome más fácil el camino para conocerlo y disfrutarlo más en profundidad. 

Por esta razón y por los ya conocidos beneficios físicos, he decido practicar el Ramadán este año por primera vez. El Ramadán es un mes de más acercamiento a Dios, en el cual se reza más, sé es más espiritual, se acentúa la realización de buenos actos, de empatía, de buena voluntad y de buscar la paz interna y la serenidad de uno mismo y también con los demás. Entonces, ¿por qué no hacerlo? 

Durante estos días he querido leer más sobre la religión islámica, resolver preguntas y cuestiones, y hacer un estudio comparativo con mi religión cristiana. Es verdad que todas las religiones vienen a decir lo mismo, en resumen, la fe en Dios, ser buena persona y amar y respetar al prójimo. Pero cuando eres creyente, creo que al final buscas unos conocimientos que te hagan creer más aún, estar más cerca de Dios y de obtener más respuestas lógicas. Y no solo quedarnos con la frase “esto es cuestión de fe”. Aún me queda mucho por analizar, estudiar, aprender, experimentar, comparar, hasta tener la certeza de muchas cosas. 

Por lo pronto, en este mes de práctica de Ramadán, me ha ayudado a entender y conocer muchas cosas desde físicas hasta espirituales. 

Empezar contando que, en la parte física, noté enseguida las desinflamaciones, la ligereza, el poder aprovechar mi tiempo en el horario que estaría cocinando y comiendo. Aproveché para hacer otras cosas, desde el descanso, la lectura, adelantar cosas de mi trabajo, etc. Cuando estás ayunado descubres que socialmente estamos acostumbrados a relacionarnos en torno a la comida o a tomar algo; y a veces hasta obligándonos a ingerir, porque estamos tan introducidos en ello, que ni paramos a observarlo. Con lo cual, sin adentrarme demasiado en esta parte, he estado feliz de haber descubierto otra infinidad de planes sola o con amigos. 

Además de bajar las inflaciones, el ayuno me ha ayudado con mis problemas digestivos, pues a veces por estrés comemos rápido, entonces al alejarte de la comida por unas horas ayuda enormemente al aparato digestivo.

 He aprendido a valorar y saborear cada alimento, cada bocado; y como con el paso de los días se va pasando en la sensación de hambre de los primeros días. La verdad me sorprendió lo bien que lo lleve. 

Estaba menos centrada en la comida, que a veces las prisas, el trabajo te lleva a comer sin apenas sentarte, de forma rápida; y cuando estás ayunado durante horas, como mencionaba antes debes comer además de comidas que sienten bien, comerlo despacio y saboreando cada bocado.

A la vez que das las gracias por ese alimento que vas a ingerir, a diferencia de otras personas que no comerán nada cuando caiga el sol. 

Aquí la parte espiritual es importante, desde empatizar, el ayudar al prójimo, el voluntariado, dar limosna, el agradecimiento, el parar un poco las prisas del día a día e introducirse en uno mismo.

Cuando trabajas la introspección en ti mismo de las situaciones que cada uno tiene, tratando de sacar tu mejor versión, enlenteces un poco el nivel de vida que a veces nos lleva a toda prisa. Las pantallas, sonidos, en un constante ruido y movimiento. Por cuestiones de trabajo viajo también mucho, y durante este tiempo encontré la calma.

Ha sido un mes que lo he dedicado mucho a la lectura, a documentarme, a la oración, a aprender como lo hacen ellos, los musulmanes.

He ido conociendo a maravillosas personas que me han querido aportar y mostrar su religión más de cerca, con lo cual también puedo decir que además de muy buena experiencia, me ha permitido conocer a maravillosas personas que estoy segura de que permanecerán por mucho tiempo en mi vida y de la que me siento feliz y agradecida.

Disfruté del bienestar cocinando para romper los ayunos con otras personas, personas musulmanas que como os decía, que he conocido en este mes. Gente que en tan pocos días me han aportado tanto, honestidad, belleza interior, la paz, lo solidarios que son, con las sonrisas que me he cruzado, y la cercanía que me han aportado. 

También mencionar la paz que experimenté dentro de una mezquita que también quise descubrir de la mano de una mujer que me quiso enseñar las oraciones y como lo practicaban. 

El cómo lo hacen hombro con hombro, incluso sin conocerse entre ellas, pero tratándose como hermanas. Rezando unísono detrás del imán que lidera las oraciones, que por cierto pude sentir sus emociones cuando recitaba el Corán y aún sin entender pudo llegarme esa energía. 

Por cierto, hoy en día soy aficionada a escuchar las recitaciones del Corán, y me encanta. Y sigo visitando la mezquita para oírlo en directo y rodearme de esa buena energía y vibraciones no viniendo solo del lugar, sino de la gente que me encuentro cuando estoy allí. 

Sigo destapando bulos donde aún se piensa que la mujer es solo una sumisa, seria o aburrida, que solo sirve en casa, al marido e hijos. Obligadas a hacer los que se le dice y cubrirse por pura obligación, obviamente todo ello incorrecto. 

Confirmar que no he visto tanta entrega voluntaria a querer estar orando y en familia de gente tan joven, chavales con sus estudios, en plenos exámenes, yendo a las oraciones nocturnas. Y cuando les preguntas, te lo defienden dejándote sin palabras. 

Mujeres trabajadoras (en respuesta a aquellos que creen que no pueden trabajar, o que no tienen derechos) llenas de cultura, muy enriquecedoras y cada una con miles de historias diferentes. 

Por otro lado, algo que también me ha aportado este mes de Ramadán es el pararme y detenerme en el silencio de un maravilloso amanecer, la hora de comenzar los ayunos, donde aún no ha llegado el ruido ni siquiera en la capital española, algo que parece imposible. He disfrutado de los atardeceres, que al ir pasando los días vas viendo cómo se alarga la luz del día.

Podría decir y alargarme en un sin fin de detalles, pero puedo resumirlo diciendo que este mes ha sido una muy buena experiencia para mí, de la que estoy agradecida y que por supuesto volveré a practicar.

Invito a todo o toda aquel que le despierte un poco de gusanillo, a que lo practique también, ya que experimentaran cantidad de ventajas y estoy segura que no dejara indiferente a nadie. Siendo lo más bonito de ello, que no importa de dónde vengas ni de que religión pertenezcas, ya que es algo abierto para todo el mundo como bien enseña esta religión sin fronteras para nadie. 

Aquí solo un pequeño resumen de lo que defino como “un maravilloso y bendecido mes de Ramadán “en el que solo puedo decir GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS

Sintiéndome afortunada con mucha calma y mucha paz. 

¡Ya espero con ganas el siguiente!

Un enorme abrazo y saludos para aquellos que me estáis leyendo. 

Noelia Serna

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