Por Su Santidad Mirza Tahir Ahmadrh, Cuarto Jalifa Comunidad Musulmana Ahmadía
Puedes escucharlo en el siguiente enlace:
“Estoy seguro de que el hombre no renunciará jamás al verdadero sufrimiento, es decir, a la destrucción y al caos. ¡El sufrimiento…, pero si es el único origen de la conciencia!”
Fiódor Dostoyevski.1
En su novela más famosa, ‘Los hermanos Karamazov’, Dostoyevski expone de manera muy poderosa el problema del sufrimiento. Para empezar, hay dos preguntas clave: en primer lugar, ¿es realmente necesario que exista el sufrimiento? ¿Podríamos imaginar un mundo sin sufrimiento? Y, en segundo lugar, si el sufrimiento existiera solo como consecuencia negativa del pecado, entonces esto podría ser comprensible, pero ¿cómo puede un Dios lleno de misericordia y amor permitir que sufran los inocentes? En su novela, uno de los personajes principales, Ivan Karamazov, un cínico nihilista, presenta a su hermano Alyosha, un devoto monje ortodoxo, tres casos que ha recopilado en periódicos sobre niños inocentes que han sido cruelmente asesinados, en un caso por sus propios padres locos. Y le pregunta a su hermano: ¿si fuese necesario para la existencia de Dios que solo estos tres niños sufrieran de esta manera, serías capaz de aceptarlo?2
Por su parte, en su libro ‘Revelación, racionalidad, conocimiento y verdad’, Su Santidad, Hazrat Mirza Tahir Ahmadrh incluye un capítulo sobre el sufrimiento, en el que presenta algunos puntos clave sobre este tema desde el punto de vista islámico. Este comienza con algunos apuntes sobre la relación entre el placer y el dolor, la conciencia y la evolución.
Incluso los organismos unicelulares parecen tener alguna forma de conciencia. Se unen para reproducirse y pueden alejarse de un ambiente desagradable hacia uno más agradable. Parece que responden de manera creativa y útil al placer y al dolor, y esto los ayuda no solo a tener éxito como especie, sino que también proporciona una parte esencial del mecanismo por el cual pueden evolucionar hacia un orden superior de vida donde una conciencia más desarrollada permite una percepción más amplia y aguda de la realidad.
En su libro Su Santidadaba escribe:
“Cuanto menor es la conciencia desarrollada, menor es la conciencia del sufrimiento. Lo mismo se aplica a la felicidad. Por lo tanto, las disposiciones sensoriales para el reconocimiento del sufrimiento y la felicidad son indispensables entre sí. Es muy probable que si se redujera el nivel al que se puede experimentar el sufrimiento, se produciría una reducción correspondiente en la capacidad de sentir placer o felicidad. Y podemos extrapolar esto al Más Allá. Según las escrituras de las grandes religiones monoteístas, la expansión de la conciencia en el Más Allá, dará como resultado una sensibilidad aún mayor del placer y del dolor. Los dos parecen participar igualmente en impulsar la rueda de la evolución: ambos poseen el mismo significado. No se puede eliminar uno sin eliminar al otro, ya que se anularía todo el plan creativo de la evolución.”3
Entendemos del Sagrado Corán que Dios no creó el sufrimiento como una entidad independiente por derecho propio, sino solo como una contraparte indispensable del placer y la comodidad. La ausencia de felicidad es sufrimiento, de la misma manera que la sombra es la ausencia de luz. Si hay vida tiene que haber muerte: ambos están situados en polos extremos del mismo plano, con innumerables grados y sombras en el medio. A medida que nos alejamos de la muerte, nos movemos gradualmente hacia un estado de vida que es la felicidad; y a medida que nos alejamos de la vida, lo hacemos con una sensación de pérdida y tristeza hacia la muerte. Esta es la clave para comprender la lucha por la existencia, lo que a su vez conduce a una mejora constante en la calidad de vida y ayuda a alcanzar el objetivo final de la evolución. Por tanto, el principio de la supervivencia del más apto juega un papel integral en el gran esquema de la evolución.
Este fenómeno se menciona en el Sagrado Corán con estas palabras:
“Bendito sea Aquél en cuyas manos está el Reino y que tiene poder sobre todas las cosas. Quien ha creado la muerte y la vida para que pueda probar cuál de vosotros es mejor en sus acciones, pues Él es el Poderoso, el Sumo Indulgente”.4
La respuesta a la pregunta, “por qué hay sufrimiento”, se sugiere claramente en este versículo en su aplicación más amplia. Así pues, la profunda filosofía de la vida y la muerte, los innumerables matices intermedios, el papel que desempeñan en la configuración de la vida y la mejora de su calidad están cubiertos en el versículo anterior. Aquí Dios nos revela Su plan superior de las cosas. Sabemos que la vida es solo un valor positivo y la muerte simplemente significa su ausencia, y no existe una división marcada que separa a una de la otra. La forma en que la vida viaja hacia la muerte y se desvanece es un proceso gradual; o desde la perspectiva contraria, vemos que la muerte viaja hacia la vida ganando fuerza, energía y conciencia a medida que avanza. Este es el gran plan de la creación, pero ¿por qué Dios lo ha diseñado así? ‘Para que pueda probar cuál de vosotros es mejor en sus acciones’, es la respuesta proporcionada por el Sagrado Corán”.5
El Santo Corán también nos dice que al hombre, a diferencia de los ángeles, se le ha dado la capacidad de elegir entre el bien y el mal, y está en manos de cada ser humano e individuo dar forma a su destino final, según la manera en que ejerza esta elección. Si lucha duro con el fin de amar a Dios y a Su creación, entonces puede aspirar a una inmensa recompensa. Pero esta lucha y su recompensa solo pueden existir si el hombre pasa primero por una vida en la que exista la oscuridad y la luz, el bien y el mal, el placer y el dolor.
Su Santidad continúa diciendo:
“Es la lucha perpetua entre la vida y la muerte lo que somete a los vivos a un estado constante de prueba, de modo que todos los que actúan de mejor forma sobreviven y obtienen un estado más elevado de existencia. Aquí radica la filosofía y la maquinación de la evolución, como se describe en los versículos anteriores. Es esta lucha constante entre las fuerzas de la vida y las fuerzas de la muerte lo que proporciona el empuje a los seres vivos para alejarse perpetuamente de la muerte o ir hacia ella. Puede resultar en la mejora o el deterioro de la calidad de existencia en el amplio espectro de los cambios evolutivos. Esta es la esencia y el espíritu de la evolución.
El sufrimiento solo podría considerarse objetable si fuera creado como una entidad independiente sin un papel significativo que desempeñar en el esquema de las cosas. Pero sin el sabor del sufrimiento o la conciencia de lo que significa, la sensación de alivio y comodidad también desaparecería. Sin un encuentro con el dolor y la miseria, sin duda, la alegría y la felicidad perderían todo significado. De hecho, la existencia misma de la vida perdería propósito y los pasos de la evolución se detendrían en seco.
Así, en la evolución de nuestros cinco sentidos, la conciencia de pérdida y ganancia ha jugado un papel igualmente esencial como las dos ruedas de un carro: elimina una, y la otra también pierde su significado. El concepto mismo del carro quedaría sin sentido. La lucha entre la vida y la muerte, que produce sufrimiento, es también el medio para crear placer, porque es la principal fuerza motivadora que alimenta el transporte de la evolución para avanzar eternamente.
Por su parte, durante la larga historia de la evolución, las enfermedades han surgido por diversas causas, directa o indirectamente relacionadas con cambios en el desarrollo. Las variaciones ambientales, la lucha por la existencia, las mutaciones y los accidentes han desempeñado su papel de manera conjunta o solidaria. La enfermedad, los defectos y las deficiencias tienen un papel que desempeñar para lograr una mejora. Así es como varias especies animales evolucionaron inconscientemente, pero ciertamente con una dirección que parece seguir un curso diseñado conscientemente hacia una conciencia superior”.6
El sufrimiento puede estar también claramente asociado con el resultado natural del mal comportamiento. Por ejemplo, si el comportamiento de una persona es impulsado por el egoísmo, la codicia, la falta total de empatía por los demás, etc., es muy probable que finalmente sufra una larga serie de consecuencias negativas que lo hará sufrir. Por el contrario, una persona cuyo comportamiento está motivado por el amor a los demás y el amor a la creación de Dios es más probable que encuentre la felicidad. Obviamente hay algo de lógica y sentido en esto. Hoy en día el concepto de karma se ha extendido ampliamente, la idea de que las malas acciones no siempre traen una retribución inmediata, que está directamente relacionada con la mala acción en sí, aunque de manera oculta las consecuencias negativas de una mala acción eventualmente afectan al autor.
Su Santidad continúa diciendo:
“Sin embargo, el problema no acaba aquí. Es demasiado complejo, vasto e intrincado y necesita ser ilustrado más a fondo con la ayuda de ejemplos científicos específicos, hipotéticos o reales. Hay algunos casos muy difíciles de explicar, como los de los niños nacidos con ciertos defectos congénitos. ¿Por qué se les hace sufrir? No se puede decir que sea por culpa de ellos. Si tienen alguna falta, podría haber sido por culpa de sus padres, no obstante, su intención podría no haber sido mala. En este contexto, el término “falta” debe entenderse en su aplicación más amplia, que abarca incluso la aparición accidental de enfermedades congénitas. Tales faltas están lejos de ser crímenes conscientes. Cualquiera que sea la naturaleza de la causa particular de algún defecto, una cosa es cierta: el pobre niño inocente, que nace con alguna desventaja, no es responsable de la causa de este sufrimiento de ninguna manera.
La solución a la comprensión de este problema radica en darse cuenta de que todo sufrimiento no puede clasificarse como un castigo, ni toda la felicidad como una recompensa. Siempre hay un pequeño porcentaje de personas que sufren sin justificación. Por lo tanto, un examen más minucioso y cuidadoso de tales casos revelaría que no se trata de una injusticia intencional, sino que son simplemente un subproducto inevitable del amplio plan de la creación, pero que también juegan un papel significativo en el avance general de la sociedad humana.
No hay que olvidar que la ‘causa y efecto’ es una cosa y el ‘crimen y castigo’ es otra muy distinta, por muy parecidos que parezcan. Es correcto decir que un delito puede funcionar como causa y que cada castigo resultante de ello sería un efecto de ese delito causal. Pero no es correcto afirmar que cada sufrimiento es un castigo de algún crimen cometido anteriormente. De la misma forma, es incorrecto decir que todos los bebés sanos son saludables porque son recompensados por algún acto de bondad de sus padres. Así pues, también es incorrecto afirmar que cada bebé no saludable es castigado por un delito no identificado de sus padres o antepasados. La salud y la enfermedad, la capacidad y la discapacidad, la fortuna o la desgracia, las ventajas o desventajas congénitas son en sí mismas indispensables para el gran esquema de las cosas, en el que desempeñan un papel causal. Están claramente separados del fenómeno del crimen y el castigo, la bondad y la recompensa. Como hemos discutido anteriormente, el sufrimiento, al igual que la felicidad, es un requisito previo esencial para que la vida evolucione y, en el curso de la evolución, no está relacionado en absoluto con el fenómeno del crimen y el castigo, porque el sufrimiento en su papel causal produce un amplio espectro de efectos útiles que justifican ampliamente su existencia.
El sufrimiento ha sido el gran maestro que ha cultivado y moldeado nuestra conducta; desarrolla y refina la sensibilidad, enseña humildad y, en más de una forma, prepara a los humanos para volverse hacia Dios. También despierta la necesidad de búsqueda y exploración, y crea esa necesidad que es la madre de todos los inventos. Si eliminamos el sufrimiento como un factor causal en el desarrollo del potencial del hombre, la rueda del progreso retrocedería cien mil veces. Por su parte, el hombre puede intentar alterar el plan de las cosas, pero lo único que logrará será frustración. Por lo tanto, no debería surgir la cuestión de atribuir la culpa de la existencia del sufrimiento al Creador. El sufrimiento, para desempeñar su sutil papel creativo en el esquema de las cosas, es de hecho una bendición oculta.
El secreto de toda investigación y descubrimiento científico radica en una búsqueda constante del alivio del dolor y la incomodidad. La motivación detrás de la exploración y el descubrimiento científico se basa menos en el deseo de obtener lujos que en la necesidad de escapar del dolor. El lujo en sí mismo es, después de todo, una extensión adicional de la misma tendencia a alejarse de un estado de incomodidad a un estado de relativa comodidad.
Si miramos una vez más a la cuestión de los ‘inocentes que sufren’, nos podemos preguntar, ¿por qué sufre este niño, pero ese otro no? Pero la única pregunta realmente válida es: ¿por qué debe sufrir alguien en absoluto? Esto es así debido a que la única opción que le queda al Creador es crear a todos los bebés igualmente saludables o no saludables. Lo cual nos lleva a darnos cuenta de que la salud de un bebé en sí tiene un valor meramente relativo. Quizá sea difícil encontrar a dos bebés dotados de igual manera con la misma salud mental, de corazón y de todos los órganos físicos por igual. Así pues, para resolver la cuestión del sufrimiento, hay otra pregunta válida que debe plantearse contra el Creador. Por ejemplo, si un niño nace con ojos diminutos y una nariz grande y fea, y otras características desproporcionadas, ¿no sufrirá toda su vida comparando sus desventajas con las ventajas de otros seres humanos más afortunados?
La desigualdad en la salud y la apariencia continuarán irritando a la mayoría de las personas, e incluso agonizará a algunos al encontrarse en desventaja en comparación con otros. ¿No sería imperativo, en nombre de la justicia absoluta y la igualdad, que Dios hubiera creado a todos los humanos exactamente iguales en salud y apariencia? Ampliemos ahora el área de comparación al poner en juego las facultades de la mente, del corazón y de nuestra personalidad, y el contraste entre los que tienen ventajas y los que tienen desventajas será aún más pronunciado. En ausencia de casos extremos, incluso los casos leves parecerán ofensivos para el sentido de la justicia. Así pues, uno tiene que comenzar en algún lugar a crear variedad y diversidad para romper la monotonía.
Dondequiera que haya variedad y diversidad es probable que se generen sufrimiento y felicidad relativos. Objetar contra el plan superior de las cosas en nombre de la compasión por los niños discapacitados es una cosa, pero reemplazar este plan con otro plan viable más justo y compasivo es otra muy distinta. Por mucho que uno trate de alterar el sistema que rige las cosas durante eones de tiempo, aun así, no podrá reemplazar el plan de la creación de Dios por uno mejor. En otras palabras, volveremos nuevamente a la pregunta de por qué hay enfermedades y sufrimiento, y ¿por qué son inevitables?”7
Para un ateo, y desde un punto de vista estrictamente lógico, no cabe la necesidad de plantearse esta cuestión. Quien niega la existencia de Dios y entiende que el mundo en el que vivimos es producto de eventos fortuitos que se han producido a lo largo de miles de millones de años en un vasto universo, debe aceptar que la condición humana es por naturaleza caótica y profundamente injusta. No tiene sentido ni dirección.
Volviendo a ‘Los Hermanos Karamazov’, Ivan le cuenta a su hermano Alyosha una vieja historia rusa: un hombre muere y se le informa que por sus pecados debe caminar un millón de millas antes de ser admitido en el cielo. El hombre está tan abrumado por esto, que simplemente se sienta y se niega a moverse. Pero después de un tiempo, por supuesto, se da cuenta de que esto es inútil. No tiene más opción que comenzar a caminar. Y así, después de mucho tiempo, finalmente llega a la puerta del cielo y se le permite entrar. Habiendo estado allí solo unos segundos, exclama que estos pocos momentos que ha experimentado en el cielo merecen todas las millas que ha caminado. La historia dice que la ecuación de sufrimiento y placer solo se equilibrará finalmente en la vida venidera. Pero Iván, el rebelde supremo, le dice a Alyosha que, incluso si esto es cierto, sigue sin aceptar la creación de Dios. “Deseo devolver mi billete de entrada”, dice. En este punto, el lector de la novela estará intrigado por saber qué respuesta puede dar ahora Alyosha, el devoto monje. Pero él no dice nada. Solo le da un beso a su hermano y se separan.8
Alyosha tiene razón. No hay nada más que decir a alguien que se ha rebelado hasta este punto. Su única respuesta es el amor.
Este artículo es un extracto del libro “Revelation, Rationality, Knowledge and Truth” (pp. 179 – 196), escrito por Su Santidad Mirza Tahir Ahmadrh, 4º Jalifa y Sucesor de la Comunidad Musulmana Ahmadía. Para leer el libro al completo, pueden dirigirse al siguiente enlace: https://www.alislam.org/book/revelation-rationality-knowledge-truth/
Referencias:
1. Fiódor Dostoyevski.”Memorias del Subsuelo,Noches Blancos, El Sueño de un Hombre Ridículo y Extractos de La casa de los Muertos”
2. Fiódor Dostoyevski. “Los Hermanos Karamazov”, 296 – 308
3. Mirza Tahir Ahmadrh, “Revelation, Rationality, Knowledge and Truth”,180.
4. El Sagrado Corán, Al-Mulk (67: 2-3)
5. Mirza Tahir Ahmadrh, “Revelation, Rationality, Knowledge and Truth”, 181-182.
6. Mirza Tahir Ahmadrh, “Revelation, Rationality, Knowledge and Truth”, 182-182.
7. Mirza Tahir Ahmadrh, “Revelation, Rationality, Knowledge and Truth”, 185-188.
8. Fiódor Dostoyevski. “Los Hermanos Karamazov”, 296 – 3
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