Una cuarentena en México, sin alcohol.
Azhar Goraya, México.
Se puede leer más sobre este tema aquí
Recuerdo cómo el pánico generalizado se extendió a lo largo y ancho de México, donde la población incrementó la excesiva compra de rollos de papel higiénico. En muchos lugares, los supermercados comenzaron a limitar el número de cuantos, de estos preciados paquetes, la gente podría comprar. Incluso resultaba algo divertido, si no fuera por el hecho de que estábamos en medio de una pandemia global.
Unas semanas más adelante y en medio de la cuarentena, esta vez en Yucatán, México, se repetieron los momentos de urgencia, en una tienda de comestibles. En esta ocasión no era el papel higiénico el objeto del deseo común; sino el alcohol, que había aquirido una repentina prioridad sobre la higiene personal.
La población entonces, comenzó a adquirir cajas y cajas de este líquido, ya que el gobierno había decretado que hasta finales de abril se extendería la prohibición estatal de la venta de alcohol. Aparentemente, la gente había empezado a beber más de la cuenta mientras permanecían en sus casas todo el día, debido a la cuarentena impuesta a los ciudadanos. Las autoridades se habían percatado de un alarmante incremento de los casos de violencia relacionada con el alcohol en el ámbito doméstico.
Algunos, cansados del aislamiento, comenzaron a dirigirse a las playas con el fin de realizar picnics, llevando a su vez, cajas y cajas de cerveza en las manos. De tal manera que, en lugar de confiar en el juicio individual de sus ciudadanos, el gobierno de México, decidió que la manera más directa de tratar el problema era eliminar el catalizador.
Como musulmán, me sorprendía aquella urgente necesidad de dichos brebajes. Para nosotros es común no considerar el alcohol como una mercancía necesaria. Los musulmanes no beben, pues en el Corán (el libro sagrado del islam) queda prohibida su ingesta, declarando que los efectos negativos del alcohol superan altamente sus beneficios. Sin embargo, mi sorpresa se mezcló con consternación, pues parecía que la mayoría de la gente a mi alrededor no compartía mis convicciones. Su fascinación por el alcohol les había hecho esclavos de un producto que les hacía más daño que bien.
El alcohol es una droga. Cada sorbo que se ingiere, es destructivo. Numeroros estudios han demostrado los daños que causa en el cuerpo humano; ejemplos de ello son: los daños en el hígado, la depresión del sistema inmunológico, el deterioro de las células celebrales e incluso se considera una de las causas que provocan cáncer. Y ahora a su vez, las autoridades han podido presenciar, que se trata de una droga que incrementa todo tipo de violencia, afectando en su mayoría a mujeres y niños inocentes.
Como musulmán en México, veo mucho más alcohol del que me gustaría. Nuestra mezquita está en el centro de Mérida, y en los últimos años hemos presenciado como un gran número de bares se han abierto a nuestro alrededor, y me sorprende observar lo populares que son. Una vez entré en uno. Inmediatamente, la esencia del alcohol me atrapó. El olor me parecía terrible, para mi nariz no acostumbrada. El humo me golpeó a continuación, mezclado con un olor acre de sudor y vómito añejo. Los presentes se entretenían tragando lentamente un veneno en nombre de la libertad y la relajación.
Mientras nos encontramos en la cúspide de esta nueva “temporada seca”, reflexiono sobre mis propias experiencias con los efectos del alcohol, y hace que me sienta atraído una vez más por la gratitud y el agradecimiento a Dios Todopoderoso, por haber nacido musulmán. Yo, por mi parte, nunca he sentido la necesidad de engrasar mis engranajes mentales con alcohol. Mis reuniones sociales nunca han girado en torno a la bebida. Me fascina ver cómo el islam me ha enseñado la disciplina y el bienestar interior que me lleva a un grado tal de satisfacción que me libera de los vicios comunes que para muchos, son evidentemente imperceptibles o sutilmente insuperables.
Mientras reflexiono sobre aquellos que probablemente están gastando una gran parte de sus menguantes recursos financieros en una droga de la que no pueden prescindir por unas semanas, me pregunto si lo que realmente están tratando de comprar es la libertad. La libertad a sus problemas, de la cuarentena, o del estrés de la vida. La libertad es un aspecto noble, algo que cada uno de nosotros intentamos conseguir.
Pero un consejo; en su búsqueda de la libertad, recuerde:
“No todo lo que brilla es oro”.
Mezquita en Mérida, México.
Añadir comentario