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Como el islam nos unió como pareja

Por Aminah Rodriguez, Argentina

El Santo Profeta Muhammad, paz y bendiciones sean con él, dijo:

“Una mujer se compromete (para casarse) por cuatro cosas, estas son, su riqueza, su estado familiar, su belleza y su religión. Así que deberías casarte con la mujer religiosa, de lo contrario saldrás perdiendo. “ [1]

Mi marido y yo nos conocimos a la edad de 17 y 18 años. Ambos nos dirigimos en diferentes direcciones múltiples veces, intentando con toda nuestra fuerza mantenernos unidos, pero no había razón más que un sentimiento de apego y cariño para forzar tal unión. El ángulo entre nuestras almas se hacía cada vez más obtuso y doloroso.

Es una realidad en la actualidad que las parejas no sienten un compromiso social y espiritual para con la humanidad al formarse. La unión surge de un acuerdo de intereses favorable o de la expresión de la atracción física. Muchas veces se desarrollan sentimientos muy fuertes que opacan la razón. Pero en ninguno de los casos es la unión de ambos un medio para mejorar, avanzar, crecer como humanos, sentir paz y desinteresadamente una acción para generar buenos cambios en la sociedad.

Pues, grandes bendiciones surgen en la vida de un converso, o redescubridor del islam.

No obstante, desde lo profundo de nuestro corazón, particularmente, sentíamos una atracción por la mejora contínua, la distinción de lo malo, la introspección y retrospección de nuestras acciones y las ajenas. Deseábamos fervientemente un cambio, pero en aquel entonces no poseíamos las herramientas necesarias para generar cambios ni siquiera en nosotros mismos. La incomodidad frente a la inmoralidad social y nuestra debilidad de carácter no contaba con un recurso muy importante, el amor verdadero, el amor de Dios. 

El islam hizo brotar de nuestra alma lo mejor de nosotros mismos y lo hizo visible a otras personas.

Pues, grandes bendiciones surgen en la vida de un converso, o redescubridor del islam. Antes del islam, uno fácilmente llega a creer que puede saberlo todo sobre sí mismo, o que nada podría ser mejor, pero tal espejismo se quiebra al momento en que uno se encuentra con un libro lleno de tanta sabiduría y un verdadero maestro, que no sólo le enseña cuán perfecto es su Creador, sino que también le enseña cuán hermosa es Su creación. Se experimenta la compasión, la misericordia, la valoración, el respeto, la paciencia, la tolerancia, el placer y la admiración por todo lo que vive o existe, incluyéndose a sí mismo entre ellos; todo mal que anida en el corazón poco a poco se ahoga en la contemplación de las bendiciones de su Señor. Así es como los reclamos son reemplazados por el agradecimiento a Dios y las inseguridades por fortaleza y voluntad. Aquel ser imperfecto y limitado, comienza a abrirse a nuevas oportunidades de cambio y mejora, contempla en el horizonte llano el llamado de su Profeta (sa) que lo inspira a llegar más allá de aquellos límites que se había autodeterminado, para sentir en lo profundo y desconocido de su ser, el agrado de su verdadero amor, Dios su creador. Aprender a ver el lado bueno de las personas, ser pacientes con ellas y amarlas también es parte de la experiencia de nuestra fe.

Es el islam lo que nos unió.

Es el islam lo que nos unió. Él se volvió un gran apoyo espiritual para mí y yo un gran apoyo espiritual para él. Fue cuando conocimos la verdadera naturaleza de Dios y Su mensaje, que cada una de las piezas del rompecabezas de nuestra vida comenzaron a tomar forma e imagen. El ángulo obtuso entre nuestras almas con rapidez comenzó a achicarse. El islam es el común denominador que funciona como juez de cada una de nuestras acciones y pensamientos, es el predominante en nuestras vidas y bajo nuestro techo. Nuestros pensamientos que brillaban tenuemente por separado hoy brillan juntos con tal intensidad que no se pueden distinguir dos luces independientes. Es el amor de Dios y las enseñanzas del Santo Profeta Muhammad, paz y bendiciones sean con él, las que nos hicieron amarnos verdaderamente. 

El islam hizo brotar de nuestra alma lo mejor de nosotros mismos y lo hizo visible a otras personas. La compasión, la paciencia, la humildad y la piedad nos devolvió el verdadero amor. Aquellos defectos que me hacían imposible estar y pensar en un futuro con otra persona, poco a poco son derrotados con el amor de Dios; lo mismo para mi marido, cuyo ego poco a poco fue dominado para convertirse en una persona amable y considerada. Reconocer que ambos deseabamos lo mismo y que queríamos guíar a nuestros futuros hijos por la senda recta del islam fue determinante para dar el “sí”. Actualmente nos aceptamos y corregimos con paciencia y amor, esperando cada día completarnos y ser mejores creyentes, ciudadanos y compañeros de vida el uno del otro, en definitiva, ser mejores humanos.

El Santo Profeta Muhammad, paz y bendiciones sean con él, dijo:

“Cuando un hombre se casa, ha cumplido la mitad de la religión”[2]

Aquellas debilidades en nuestra fe son fuertemente empujadas por la perseverancia y el apoyo mutuo. Un día normal en nuestras vidas, cada oración del día la hacemos juntos, dos o tres veces por semana corregimos nuestra recitación y practicamos nuestra lectura, cada tarde y cada mañana discutimos y reflexionamos versículos del Corán y dichos del Santo Profeta del islam, paz y bendiciones sean con él. Mi marido siempre me agradece y agradece a Dios, por contarle con vehemencia las lecturas y aprendizajes que obtengo. Cada semana es una lectura nueva, de la historia del islam, la vida del Santo Profeta Muhammad, paz y bendiciones sean con él, la vida del Mesías Prometido y Mahdi, que la paz sea con él, reflexiones y enseñanzas de nuestros Jalifas y discursos de Su Santidad (aba), que Dios le brinde su proderosísima ayuda inquebrantable. Por su parte, él se encuentra en constante aprendizaje e investigación, cada día me trae una historia distinta y una reflexión moral y espiritual sobre el mundo. Es un observador nato de verdades y siempre puede relacionar las más bellas enseñanzas del islam respecto a las cuestiones que nos rodean.

En una ocasión, se vió manifiesto el respeto y la consideración de mi marido hacia mí en concordancia con las enseñanzas de nuestro amado Profeta. En ese momento agradecí nuevamente, como en otras reiteradas veces, que sea islam lo que guía nuestras vidas. Fue cuando una noche mi marido prendió un cigarro de tabaco en la habitación y no pude evitar sentirme disgustada. No fueron mis palabras de desacuerdo lo que lo hicieron evidente, pero si fue mi mirada. Él se retiró con el cigarro y al rato volvió preocupado. Se sentó a mi lado y mirándome a los ojos me dijo que si realmente considero que fumar tabaco es malo —estoy en contra de eso y considero que podría ser un desagrado a la vista de Dios—, estaba dispuesto a dejarlo completamente, pero quería saber qué pensaba al respecto. Más allá del acto de fumar tabaco, hago un inciso por su consideración y humildad que me hizo estar agradecida con Dios por tener a mi lado a una persona como él. Siempre que hay algo que nos incomoda, él pone mis sentimientos por delante y consulta mi opinión. Siendo su mujer, me siento completamente respetada, protegida y valorada. Soy su maestra en asuntos de fe y él es mi maestro en asuntos de reflexión y moral.

Es nuestro deseo y objetivo seguir creciendo espiritualmente y mejorando moralmente para el agrado de Dios y en concordancia con nuestra religión, para manifestarnos con mayor paz en y para con la sociedad. No obstante, como la necesidad de un artesano, que tras adquirir aprendizaje y mejorar en su disciplina, ve menester llevar a la práctica sus artes y mejor aún, transmitirlas a un aprendiz para que no sean un mero crecimiento individual, nos vemos actualmente en la responsabilidad y deseos de hacer que nuestra unión cobre un mayor sentido al prepararnos para, Dios quiera, la bendición en un futuro cercano de la crianza de nuestra descendencia; vemos en tal preparación y posteriormente tal acto una sublimación del sentido de unión matrimonial entre dos humanos para la que Dios, en su infinita sabiduría, nos preparó. Deseamos que, llegado el momento, podamos volcar en nuestros hijos y futuros actores sociales, todo el amor y sabiduría al que el islam nos abrió; brindándoles un aura de paz a la que todo humano en sus primeros momentos de vida debería tener derecho a gozar, para que posteriormente surja de ellos mismos identificar la guía recta y desear, tal y como ahora mismo nosotros hacemos, transmitir tal paz hacia los demás.

Referencias:

1.Sahih al-Bukhari 5090

2.Mishkat al-Masabih 3096

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