Por María Isabel Losa
Editora adjunta La Revista de Religiones en español
En la actualidad, la región del Oriente Medio atraviesa una de las crisis más graves de las últimas décadas. Los expertos advierten sobre la creciente tensión entre Israel y los Palestinos, con el potencial de escalarse y afectar a las naciones vecinas, lo que podría tener repercusiones a nivel global.
En ocasiones, cuando los líderes políticos priorizan sus intereses personales y conveniencias, resulta excepcionalmente desafiante ceder sus posturas. No obstante, existe una alternativa que los ciudadanos comunes, las personas de a pie, pueden emplear para contribuir a evitar una posible situación caótica: la oración.
La oración, cuando se realiza con una fe profunda en Dios, posee el potencial de desencadenar consecuencias verdaderamente asombrosas. En este contexto, presentamos un extracto de las enseñanzas de Mesías Prometido sa profeta y fundador de la Comunidad Musulmana Ahmadía, cuya misión fue el renacimiento del islam. En su escrito, el Mesías Prometido sa ilustra con sabiduría el poder y la satisfacción inherentes a la oración.
“Quien suplica a Dios en momentos de dificultad y angustia, y busca la resolución de sus problemas en Él, alcanza satisfacción y verdadera prosperidad de Dios Todopoderoso, siempre y cuando lleve su súplica hasta su límite. Incluso si no logra el propósito de su súplica , recibe algún otro tipo de satisfacción y contentamiento de Dios Todopoderoso y no experimenta frustración. Además, su fe se fortalece y su certeza aumenta. Pero aquel que en su súplica no se vuelve hacia Dios Todopoderoso permanece ciego todo el tiempo y muere ciego. .
Quien suplica con la sinceridad de su alma nunca queda verdaderamente frustrado. Esa prosperidad que no se puede lograr a través de riquezas, autoridad o salud, sino que está en manos de Dios y la otorga en la forma que Él desea, se concede a través de la oración perfecta. Si Dios Todopoderoso lo desea, una persona sincera y justa en medio de su angustia experimenta tal delicia después de la súplica, que un emperador no podría disfrutar en su trono imperial. Esta es la verdadera prosperidad que se otorga al final a aquellos que rezan.” [ Mesías Prometido sa Ayyam-us-Sulh, Ruhani Khaza’in, vol. 14, p. 237 ]
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