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La historia de Moisésas, que escapó del Faraón a través del mar abierto, es conocida por miles de personas en todo el mundo. De hecho, la persecución de los israelitas, o los Bani Israel, se menciona en las principales escrituras de las tres religiones abrahámicas. Pero esta historia plantea muchas preguntas históricas: ¿cuáles fueron las verdaderas circunstancias que rodearon el éxodo de los Bani Israel de Egipto, y quién fue el Faraón que tan arrogantemente despreció a Moisésas y que es conocido por su muerte ignominiosa?
En cuanto a los Bani Israel, ellos trazaron su linaje ancestral directamente del Profeta Abrahamas, el patriarca de los profetas. Según el relato bíblico, Jacobas, el hijo de Isaacas, recibió el nombre de “Israel” y Bani Israel significa literalmente los hijos o la progenie de Israel.
Jacobas tuvo doce hijos, cada uno de los cuales fue el progenitor de las doce tribus que posteriormente formaron los Bani Israel. Los Bani Israel habitaban en la tierra de Canaán que se dividió entre las doce tribus. Sin embargo, debido a la hambruna se vieron obligados a emigrar a Egipto. En unas pocas generaciones, alarmado por su creciente número, el Faraón de ese tiempo esclavizó a los Bani Israel y los sometió a una intensa persecución y opresión, e incluso ordenó que todos los hijos varones de los Bani Israel fueran asesinados. Esto fue alrededor de la época en que nació Moisésas.
Para saber quién era el Faraón de Moisésas, la revista The Review of Religions se complace en publicar este tratado de Sus Santidad Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmadra, el segundo Jalifa y líder mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, sobre este mismo tema. Escrito en 1911, “El Faraón de Moisésas”, publicado por primera vez en inglés, Su Santidad Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmadra, se basa tanto en diversas referencias históricas como en pruebas arqueológicas.
En la segunda parte del artículo, se menciona el descubrimiento del cuerpo del Faraón de Moisésas. Descubierto en 1898 por el egiptólogo Víctor Loret, el lugar donde se encontró el cuerpo embalsamado se conoce como KV35, y también se encontraron en este sitio muchos otros gobernantes embalsamados. Victor Loret acudió al egiptólogo francés William N. Groff, quien ratificó que los jeroglíficos confirmaban la identidad del cuerpo. Con esta evidencia arqueológica y la evidencia del Sagrado Corán, se proporciona una respuesta completa a la identidad del Faraón y arroja luz sobre otros aspectos del viaje de Moisésas que serán de interés incluso para el lector moderno.
El Faraón de Moisésas
Cuando la gente lee el relato del Faraón en el Sagrado Corán, muchos de ellos creen que es el nombre de un rey específico. Sin embargo, en realidad, así como fue dado el título de Faghfur al emperador de China, Chosroes para el emperador de Irán, César para el emperador de Roma, Mikado para el emperador de Japón y Zar para el emperador de Rusia, de manera similar faraón fue el título dado a los reyes y gobernantes de Egipto.
Así pues, los faraones fueron los gobernantes en la época del Profeta Joséas pero también durante la era del Profeta Moisésas. Sin embargo, existe una diferencia entre los dos, ya que uno fue el Faraón en la época de Joséas y el otro vivió en el tiempo de Moisésas. Mientras que el primero honraba y reverenciaba a un profeta y así salvó a su país de la aflicción de una sequía, el segundo deshonró a un profeta y, como resultado de ello, destruyó y arruinó completamente su país y sus riquezas.
El Faraón de la época del Profeta Joséas lo invitó a él y a sus hermanos y les dio gran consuelo, mientras que el otro mató brutalmente a la progenie de estos invitados. Por lo tanto, hay una gran diferencia entre el faraón de la época de Joséas y el faraón que vivió en la época de Moisésas; uno fue afortunado mientras que el otro fue desgraciado. No se puede decir con certeza cuántos faraones aparecieron exactamente entre la época del Profeta Joséas y la de Moisésas, pero podemos estimar que debe haber habido catorce o quince, ya que los israelitas habían pasado casi doscientos años en la tierra de Egipto y durante este tiempo hicieron un gran progreso y su población creció de unos pocos individuos a miles. Por lo tanto, los faraones comenzaron a tenerles algo de miedo y como resultado comenzaron a infligirles distintas formas de crueldad.
Una de las razones por las que los faraones comenzaron a temerlos es porque ellos no eran los autóctonos de Egipto[1]. De hecho, habían viajado desde el este y ocuparon la tierra; y al igual que los israelitas, que procedían de los árabes, eran (también) semitas. Así pues, la progenie del Profeta Abrahamas, al tener una relación cercana con esta tierra, arroja más luz sobre esta noción.
A los faraones siempre les preocupaba que alguna tribu se volviera demasiado poderosa y uniera fuerzas con los nativos o con alguna otra tribu y, por así decirlo, los desterrara de la tierra. Por lo tanto, cuando presenciaron la creciente fuerza de los israelitas, decidieron detenerlos por todos los medios posibles. Después de matar a sus hijos, (los faraones) les obligaron a todos y cada uno de ellos a trabajar en la construcción, y para mantenerlos ocupados, comenzaron a construir dos ciudades, Pitón y Ramsés.
Esta última fue nombrada en honor al Faraón que gobernaba en ese momento y su infame hijo, Merneptah, se convirtió en un enemigo encarnizado del profeta y desacreditó no sólo su nombre sino también el de sus antepasados. El calibre de su tiranía fue tal que dio lugar a una expresión proverbial,ہر فرعون را موسیٰٰ es decir, que hay un Moisés para cada faraón – [en otras palabras,] retratando a todos los faraones como crueles y obstinados.
Merneptah era extremadamente arrogante y, al igual que su padre, también sentía pasión por la construcción de edificios. La primera razón era que los israelitas permanecieran ocupados trabajando. En segundo lugar, debido a las relaciones pacíficas que tenía con los gobernantes de su entorno, disponía de mucho tiempo de ocio, y en tercer lugar, el interés por los proyectos de construcción había estado presente en la familia durante generaciones.
La palabra “faraón” es de hecho un compuesto de las palabras per -a-a, que significa “Gran Casa”. En un principio, esta palabra se utilizaba generalmente para las casas, pero más tarde se refirió específicamente a la residencia real debido a su grandiosidad arquitectónica. En última instancia, este nombre se asoció exclusivamente con el gobernante de la época. Un ejemplo de esto se encuentra también en la época actual donde los visires del Sultán del Imperio Otomano son conocidos como Babe-ali (Puerta Alta o Puerta del Eminente).
De este modo, una vida libre de cualquier tipo de peligro, una vocación transmitida por sus antepasados y la idea de subyugar a los israelitas en cierto tipo de trabajos, contribuyeron a dirigir la atención del Faraón Merneptah hacia la construcción y los proyectos (arquitectónicos). Por consiguiente, esto hizo que los israelitas se volvieran extremadamente débiles y doblegados y que el temor del faraón quedara impreso en sus corazones.
Así, en el Sagrado Corán dice:
“[…] los compañeros de Moisés dijeron: ‘Seremos ciertamente apresados.’”2
Cuando alguien está en su punto más bajo y en un estado de desesperación total, hasta el más débil de los pueblos se ve obligado a levantarse en desafío; pero los israelitas se habían desanimado tanto que no podían encontrar la fuerza para sacar valor ni siquiera en estas circunstancias.
Por lo tanto, cuando su condición se deterioró hasta este extremo, entonces a la luz de las promesas realizadas en relación con la progenie del Profeta Abrahamas, el Dios Altísimo hizo surgir a una persona de entre ellos, a la que sus padres le dieron el nombre Moisés. En la época del nacimiento de Moisésas, la orden del rey cruel de matar a todos los recién nacidos se había generalizado. La madre de Moisésas también estaba extremadamente preocupada de que su hijo también fuera asesinado por estas crueles personas, pero Dios Altísimo lo salvó de ellos como se menciona en el siguiente versículo del Sagrado Corán:
“Enviamos una revelación a la madre de Moisés diciéndole: ‘Amamántalo; y cuando temas por él, arrójalo al río y no temas ni te angusties; pues te lo devolveremos y lo convertiremos en uno de los Mensajeros.'”3
Así, Dios Altísimo salvó a Moisésas de las manos de los malvados.
Después de haber sido arrojado al río, una de las hijas del Faraón vio a Moisésas (en la cesta) a la orilla del río y sintió una gran compasión hacia él. Lo sacó del río y decidió criar ella misma al niño como dice el Sagrado Corán:
“La familia del Faraón lo recogió sin conocer que se convertiría en enemigo suyo y en fuente de desdicha. En verdad, el Faraón y Haman y sus ejércitos fueron inicuos.”4
Aunque el Faraón quería matar a Moisésas, su esposa, ya fuera por su hija o por alguna otra razón, sintió compasión y quiso adoptar a Moisésas, evitando así que lo mataran.
En relación con esto, el Sagrado Corán afirma, además:
“Y la mujer del Faraón dijo: ‘Será para mí y para ti la alegría de nuestros ojos. No lo mates. Es posible que nos sea útil o que podamos adoptarlo como hijo.’ Y no se dieron cuenta de las consecuencias de todo ello.”5
Por casualidad, la persona designada para amamantar al niño era en realidad la madre de Moisés. Por lo tanto, desde su infancia, fue muy consciente de la relación entre el pueblo del Faraón y los israelitas, y el trato inhumano que se les infligía estaba bien arraigado en su mente.
Siempre estaba dispuesto a acudir en ayuda de los oprimidos. Una vez, vio que alguien del pueblo del Faraón estaba luchando con un israelita y al no poder soportar que lo siguieran persiguiendo, avanzó y golpeó al agresor. Al parecer, le golpeó en un punto que resultó en la muerte del hombre. Al día siguiente, volvió a ver a dos personas peleando, una de las cuales era el mismo israelita que había participado en el altercado del día anterior. Al reconocerlo, Moisésas dijo:
“¡Tienes una disposición muy beligerante! Estás involucrado en peleas todos los días”, y habiendo dicho esto, se dirigió hacia ellos. El israelita pensó que tal vez Moisésas iba a atacarlo y inmediatamente exclamó:
“¿Quieres pegarme como pegaste al hombre ayer?“
Moisésas se dio cuenta de que se había difundido el rumor y posteriormente comenzó un conflicto entre él y los faraones, por lo que salió de Egipto hacia otro país, donde permaneció aproximadamente diez años antes de regresar a Egipto por mandato del Dios Altísimo.
Durante su viaje de regreso, se ordenó a Moisésas transmitir también la guía al Faraón. Sin embargo, este Faraón no era el mismo que había gobernado cuando Moisésas huyó de Egipto. De hecho, después de Ramsés fue su hijo, Merneptah, quien le sucedió. Por lo tanto, Moisésas le llevó el mensaje de Dios y de acuerdo con las instrucciones de Dios, le habló de una manera muy gentil, explicándole que había sido nombrado mensajero de su Señor, y le pidió que enviara a los israelitas con él.
Todo este relato ha sido registrado en el Sagrado Corán:
“Id ambos al Faraón, pues él ha transgredido todos los límites,
Pero habladle ambos con palabras amables para que preste atención o sienta temor.
Respondieron: ‘Señor Nuestro, tememos que cometa algún exceso contra nosotros, o supere todos los límites en su transgresión.’
Dios dijo: ‘No temáis, pues estoy con vosotros dos. Oigo y veo.’
Id, pues, a él y decidle: ‘somos los Mensajeros de tu Señor; deja pues que los hijos de Israel salgan con nosotros; y no los atormentes. Pues en verdad te hemos traído un Signo de tu Señor; y la paz será con quien siga la guía’;
En verdad se nos ha revelado que caerá el castigo sobre quien nos rechace y se aparte.
El Faraón dijo: ‘¿Quién es pues el Señor de vosotros dos, Oh Moisés?’.
Dijo: ‘Nuestro Señor es Quien dio a todo su forma correcta y después lo guió a su función adecuada.’”6
Después de este argumento, continuaron debatiendo vehementemente sobre esto, pero el Faraón no sólo hizo caso omiso de ello sino que intensificó su opresión y tormento contra los israelitas. El Faraón se volvió tan drástico en su opresión que finalmente los israelitas exclamaron,
“¡Oh Moisés! Desde que has venido, nuestras aflicciones no han hecho más que aumentar.”
Cuando la situación se hizo extremadamente grave, Dios Altísimo ordenó a Moisésas que saliera de Egipto de inmediato. Posteriormente, en una noche se marcharon de Egipto y se dirigieron hacia Siria. La ruta por tierra firme, donde se ha construido el Canal de Suez, se hallaba más lejos de ellos, por lo que rápidamente tomaron la ruta por la costa.
Mientras tanto, el Faraón Merneptah se enteró de su fuga y fue en su persecución y los atrapó a la orilla del mar. Los israelitas se inquietaron mucho, pero al recibir la orden de Dios Altísimo, Moisésas les ordenó que penetraran en el mar.
Al ver esto, el Faraón también se armó de valor y, junto a su ejército, se lanzó al mar. Sin embargo, no pudieron salir con vida ya que todos fueron sepultados por una gran ola y arrastrados. El Sagrado Corán afirma que en ese mismo momento, el Faraón declaró:
“Creo que no hay otro dios sino Aquel en Quien creen los hijos de Israel, y soy de los que se someten a Él.”7
Sin embargo, ya no era el momento de arrepentirse. Se le habían concedido muchas ocasiones para implorar el arrepentimiento, pero no había valorado esas oportunidades y su maldad no cesaba de aumentar. Puesto que la ira divina había caído finalmente sobre él y estaba casi al borde de ahogarse, no era este el momento de implorar el arrepentimiento.
Por lo tanto, Dios Altísimo declaró:
“¡Cómo! ¡Ahora! cuando antes fuiste desobediente y eras de los que creaban desorden.
Por tanto, en este día salvaremos sólo tu cuerpo para que te conviertas en un Signo para los que vengan después de ti. En verdad, muchos de los hombres no hacen caso de Nuestros Signos.”8
De este versículo se deduce que el cadáver de Faraón se salvó de ser completamente destruido y su ejército recogió su cuerpo y lo enterró. Esta es una afirmación que, aparte del Sagrado Corán, no ha sido registrada en ninguna parte, ni en la Torá, ni en la Biblia, ni en ningún otro libro de los profetas.
Demostrar si el cuerpo de una persona fue sacado del mar hace 3.000 años es una tarea casi imposible. Sin embargo, no puede haber duda de la veracidad de lo que Dios Altísimo ha declarado. Por lo tanto, Dios Altísimo dispuso que en una época en la que se están realizando grandes progresos en todas las disciplinas académicas, muchos también hayan desarrollado un gran interés en el campo de la arqueología, y entre ellos algunos estén investigando en la egiptología, el estudio de la antigua civilización de Egipto. En 1898, el Sr. Loret, un egiptólogo, descubrió un ataúd en las cámaras funerarias donde se guardaban los ataúdes de los faraones.
El cuerpo que estaba dentro del ataúd pertenecía a un rey y, al leer lo que estaba escrito en él, parecía ser el cuerpo de Khouniatonou (Amenhotep IV). Sin embargo, como los jeroglíficos pueden ser algo abstractos, el señor Loret presentó el asunto ante el señor Groff, quien lo leyó como “Ba-en-re”. Para solucionar el desacuerdo, llamaron a Sr. Hero, quien iba acompañado de muchos otros eruditos. Al leer los símbolos dijeron inmediatamente que se trataba de Ba-en-re, que era el Faraón en la época de Moisésas. Al investigar más a fondo, descubrieron, al abrir el ataúd, que también había sido inscrito en él el nombre “Merneptah”, que era otro nombre del Faraón que gobernaba en la época de Moisésas.
Por lo tanto, todos estaban completamente convencidos de que este era el Faraón de Moisésas. El cuerpo fue inmediatamente transportado a El Cairo, la capital de Egipto, y colocado en la Sala de las Momias Reales del Museo Egipcio, que también contenía los cuerpos de otros faraones y esposas reales. Cabe imaginar el júbilo que debieron sentir los arqueólogos en este campo al hacer este descubrimiento. Sin embargo, esto también fue motivo de un gran júbilo para los musulmanes. Lo que Dios Altísimo reveló en el Sagrado Corán hace 1300 años ha demostrado ser cierto hoy en día, pues como mencioné anteriormente, aparte del Sagrado Corán, ningún otro libro menciona la preservación del cuerpo del Faraón.
El descubrimiento de este cuerpo es un claro testimonio de la veracidad del islam. Afirmar que un cadáver de 3.000 años de antigüedad serviría como medio de guía para las naciones en el futuro no es en absoluto un asunto ordinario.
El cuerpo del Faraón fue preservado inmaculadamente al ser embalsamado y su rostro pudo ser fácilmente reconocido.9 Muchos otros signos que fueron registrados en fuentes históricas pertenecientes a este Faraón en particular coincidían con el cuerpo. Algunos de los periódicos también publicaron su imagen, sin embargo, al no tenerla a nuestra disposición, no pudo ser publicada aquí. Sin embargo, habría sido una fuente de gran alegría para nosotros haber podido obtenerla y publicarla, para que la gente pudiera atestiguar por sí misma que ésta era la persona que pereció en el mar hace 3.000 años y respecto a la cual el Sagrado Corán declaró que su cuerpo había sido preservado y mantenido a salvo y que sería descubierto en el futuro y serviría como una señal de gran advertencia para otros.
Por lo tanto, hubo 5 aspectos que fueron predichos en esta profecía:
1. El cuerpo del Faraón no fue arrastrado por el mar. De hecho emergió del mar completamente intacto. En la mayoría de estos casos, o bien los animales devoran el cuerpo o este es arrastrado por el mar. Sin embargo, Dios Altísimo reveló que el cuerpo fue arrastrado a la costa intacto.
2. El segundo punto que se puede deducir de esto es que el cuerpo fue embalsamado. Era muy posible que el cuerpo no fuera embalsamado, al igual que el padre de Merneptah, Ramsés, que no fue embalsamado. Esto se debe a que su piel se había deteriorado gravemente debido a la lepra y tampoco era preciso que el cuerpo de cada faraón fuera embalsamado. Por lo tanto, en vista del siguiente versículo: [árabe] (“[…] en este día salvaremos sólo tu cuerpo […])10 – es evidente que su cuerpo fue embalsamado pues, de no ser así, su cadáver se habría desintegrado por completo y nunca se habría podido obtener.
3. Su cuerpo se conservaría hasta la época actual. A pesar de ser embalsamados los cuerpos, no todos ellos se conservan. Hubo cientos y miles de cuerpos que fueron embalsamados, y sin embargo, fueron completamente destruidos. Una de las razones de esto fue que durante un cierto período de tiempo en Egipto, en lugar de encenderse velas, se quemaban pequeños trozos de los cuerpos embalsamados. Esto se debe a que estos pedazos ardían con fulgor como velas de alcanfor. De igual manera, había muchos otros factores que causaban su deterioro. Por lo tanto, este versículo demuestra que el cuerpo del Faraón estaría salvaguardado de todo tipo de factores dañinos y que finalmente llegaría a los que vinieran después.
4. El versículo también demuestra que no sólo se preservaría el cuerpo, sino que finalmente sería descubierto. Si hubiera permanecido oculto en una cueva o en una gran caverna, ¿cómo podría haber beneficiado a nadie?
5. Aparte de descubrirse el cuerpo, también debería ser reconocible porque sólo podría servir de signo si se pudiera demostrar que era realmente él. Si, por ejemplo, se descubriera, pero no se pudiera reconocer, habría habido un fallo en el cumplimiento de la profecía.
Por lo tanto, en un solo versículo se incluyen cinco signos que demuestran la veracidad del Sagrado Corán y sirven como un medio para fortalecer la fe de los creyentes.
Me asombra este cuerpo; mientras vivía, extravió a millares, pero una vez que el alma partió, tras haber permanecido en lo profundo de la tierra durante miles de años, ¿qué clase de reacción química fue la que tuvo lugar para que hoy se haya convertido en un medio para fortalecer la fe de cientos de miles?
Sin embargo, lo que es más asombroso es que no son los musulmanes quienes afirman que este es el cuerpo del Faraón de Moisésas, ya que de lo contrario podrían haber sido criticados por haber afirmado falsamente esto para corroborar un versículo del Corán. De hecho, son los propios historiadores cristianos los que han afirmado categóricamente que este cuerpo pertenece a Merneptah Ba-en-re, que fue el Faraón de Moisésas.
La prueba de que este era el cuerpo de Merneptah es que, en primer lugar, estaba escrito en el paño que lo cubría que era el cuerpo de Merneptah. De hecho, también tomaron una imagen que fue publicada en muchos periódicos ingleses y, si Dios quiere, también buscaremos esa imagen y la publicaremos, para que después de leer el relato del Faraón de Moisésas, nuestros lectores puedan verlo también.
En segundo lugar, hay muchas características en el cuerpo que coinciden con las del Faraón de Moisésas. Por ejemplo, Merneptah sufría de una enfermedad en las encías y esto se manifestó en el cuerpo también. En tercer lugar, su rostro se parecía al de Seti I, que era su abuelo.
Otra prueba de que Merneptah era de hecho el Faraón de Moisésas es que el tiempo de su gobierno coincide con el éxodo de los israelitas. Por lo tanto, no hay otra opción que aceptar que el éxodo de los israelitas de Egipto tuvo lugar durante su reinado. En segundo lugar, a la luz de la Torá, los israelitas construyeron la ciudad de Ramsés, que era el nombre del padre de Merneptah. Por lo tanto, esta ciudad fue construida durante el gobierno de su padre. También está escrito que después de que Moisésas saliera de Egipto, el faraón que gobernaba en ese momento falleció, y Moisésas regresó y pidió que los israelitas fueran liberados cuando el nuevo faraón estuviera gobernando. Por lo tanto, sin duda Merneptah era el faraón que gobernaba en ese momento.
En tercer lugar, el Sagrado Corán y la Torá dejan claro que después del Faraón de Moisésas, la dinastía de los faraones declinó. Las fuentes históricas también evidencian que el último Faraón de esta dinastía antes de su declive fue de hecho Merneptah.
En cuarto lugar, era Ramsés quien arrojaba al río a los hijos de los israelitas. Por lo tanto, el éxodo de los israelitas de Egipto solo pudo haber ocurrido durante la era de Merneptah. Con respecto a Merneptah, el Talmud declara que era extremadamente astuto y de baja estatura.
Al padecer siempre enfermedades, se volvió viejo y frágil rápidamente y el cuerpo que fue descubierto también mostró que se trataba de un cuerpo de alguien extremadamente débil, a pesar de ser aproximadamente sólo tres años más joven que Moisésas.
Está demostrado por el Sagrado Corán que su madre salvó a Moisésas porque no tenía ningún hijo propio en ese momento y por eso quiso adoptarlo.
Por lo tanto, es evidente, que en ese momento, Ramsés no tenía ningún hijo de ella. Sin embargo, Merneptah fue su segundo hijo de ella y debido a la naturaleza simple de su hijo mayor, su padre no le tenía mucho cariño e impidió que le sucediera en el trono. Por lo tanto, en el supuesto de que el hijo mayor naciera dos años después de que Moisésas fuera recogido (del río), y que Merneptah naciera durante el tercer año, esto significaría que tendría alrededor de dos o tres años menos que Moisésas. Sin embargo, su hermana, que inicialmente recogió a Moisésas era unos 15-16 años mayor que él.
El nombre de Merneptah está escrito de la siguiente manera en los jeroglíficos:
Notas:
1. En el antiguo idioma egipcio, la dinastía Phirana era conocida originalmente como Hyksos, que significa ajeno/extranjero. Como estas personas viajaban desde el oeste, también se les llamaba extranjeros. La Biblia también hace alusión a esto. En el capítulo 1 del Éxodo, versículos 10-11 [9-11*], afirma: “’Mira’, dijo a su pueblo, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Venid, debemos tratarlo con astucia para que no se multiplique no sea que, si estalla la guerra, se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya de la tierra’”. De estos versículos se deduce además que los Phirana eran extranjeros en la tierra, porque ¿cómo podría ser posible que la progenie de 10-12 personas se multiplicara tan significativamente que superara a los nativos de la tierra? Por lo tanto, parece que ellos también migraron a la tierra y fueron pocos en número. Aparte de estas dos familias, habría habido gente de muchas otras tribus también que habitaban en la tierra de Egipto.
2. El Sagrado Corán (26:62)
3. El Sagrado Corán (28:8)
4. El Sagrado Corán (28:9)
5. El Sagrado Corán (28:10)
6. El Sagrado Corán (20:44-51)
7. El Sagrado Corán (10:91)
8. El Sagrado Corán (10:92-93)
9. Había un bálsamo especial usado en Egipto que se aplicaba sobre el cadáver para evitar que se pudriera y permitir su conservación durante miles de años. Debido a este bálsamo especial, el cuerpo del Faraón permaneció intacto y pudo ser recuperado. Los cuerpos que habían sido embalsamados de esta manera eran conocidos como momias.
10. Sagrado Corán (10:93)
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