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La oposición seguía aumentando. Al mismo tiempo, el Profeta (sa) y sus seguidores hacían todo cuanto les era posible para explicar a los mequíes el Mensaje del islam. Era un Mensaje de múltiples facetas y de profundo significado, no sólo para los árabes sino para el mundo entero. Era el Mensaje de Dios, que decía:
El Creador del mundo es Único. Nadie más es digno de ser adorado. Los Profetas siempre han creído que Él es Único, y enseñaron esta creencia a sus seguidores. Los mequíes debían renunciar a los ídolos y las imágenes. ¿Acaso no se percataban de que los ídolos no eran siquiera capaces de espantar las moscas que se posaban sobre las ofrendas colocadas a sus pies? Si eran atacados no podían responder al ataque. Si se les interrogaba, eran incapaces de contestar. Si se les pedía auxilio, no actuaban. Pero el Único Dios ayudaba a los que pedían Su ayuda, respondía a quienes dirigían a Él sus oraciones, subyugaba a sus enemigos, y elevaba a los que se humillaban ante Él. La luz procedente de Él iluminaba a Sus devotos. ¿Por qué Le descuidaban los mequíes, dirigiéndose a ídolos e imágenes inanimados, malgastando así su vida? ¿No veían que su carencia de fe en el Único Dios Verdadero les había convertido en supersticiosos e incompetentes? No distinguían en absoluto lo puro de lo impuro, ni el bien del mal. No honraban a sus madres. Maltrataban a sus hijas y hermanas, negándoles lo que les correspondía. Tampoco trataban bien a sus esposas. Torturaban a las viudas, explotaban a los huérfanos, a los pobres e indefensos, e intentaban edificar su riqueza a costa de la ruina de otros. No se avergonzaban de mentir, engañar, robar o saquear. Las bebidas y los juegos de azar eran sus pasatiempos predilectos. No se preocupaban por la cultura ni por el progreso nacional. ¿Cuánto tiempo seguirían mostrándose negligentes con el Único Dios Verdadero, acarreando pérdidas y sufrimiento? ¿No era preferible que renunciaran a todo tipo de explotación mutua, restaurando los derechos de quienes los habían perdido, gastaran su riqueza en las necesidades del país y en la mejora de la situación de los pobres y de los débiles, trataran a los huérfanos con bondad, considerando su deber protegerlos, ayudaran a las viudas y establecieran y fomentaran las buenas obras en toda la comunidad, e inculcaran no solamente la justicia y la igualdad, sino también la compasión y la gracia? La vida en este mundo debería producir el bien. A continuación, el Mensaje decía:
“Dejad tras vosotros buenas obras, para que crezcan y produzcan su fruto después de haberos ido. La virtud reside en dar a los demás, no en recibir de ellos. Aprended a renunciar para estar más cerca de Dios. Practicad la abnegación por amor a vuestro prójimo, y para multiplicar vuestro crédito ante los ojos de Dios. Es cierto que los musulmanes son débiles, pero no miréis su debilidad, porque al final triunfará la verdad. Éste es el decreto que procede del Cielo. A través del Profeta Muhammad (sa) se establecerá en el mundo una nueva medida y un nuevo criterio del bien y del mal, de la justicia y la injusticia. Reinarán la justicia y la misericordia. No habrá compulsión ni interferencia en cuestiones de religión. Se eliminarán las crueldades a las que fueron sometidos los esclavos y las mujeres. El reino de Satanás será reemplazado por el Reino de Dios.”
Cuando este Mensaje fue predicado a los habitantes de La Meca y empezó a dejar huella en la gente honrada y reflexiva, los mequíes decidieron tomar en serio los acontecimientos. Se reunieron y se dirigieron a Abu Talib, el tío del Profeta (sa), diciéndole:
Eres uno de nuestros jefes y por tu causa hemos perdonado hasta ahora a tu sobrino Muhammad (sa). Ha llegado, sin embargo, la hora de acabar con esta crisis nacional, este conflicto que ha surgido entre nosotros. Pedimos y exigimos que cese de hablar en contra de nuestros ídolos. Que proclame si desea que Dios es Único, pero que no diga nada en contra de nuestros ídolos. Si consiente, terminarán este conflicto y la controversia. Te requerimos para que le convenzas. Pero si no logras convencerlo, entonces sucederá una de estas dos cosas. O bien tendrás que abandonar a tu sobrino, o bien nosotros, tu pueblo, te abandonaremos a ti. 1
Abu Talib se encontraba ante una elección dura. Abandonar a su sobrino era difícil, pero igualmente difícil era renegar de su pueblo. Los árabes poseían escasos medios. Su prestigio residía en su capacidad de liderazgo. Vivían por su pueblo, y su pueblo por ellos. Abu Talib se sintió profundamente perturbado. Llamó al Profeta (sa) y le explicó el ultimátum de los mequíes. “Si no consientes”, dijo, con lágrimas en los ojos, “o tendré que abandonarte, o mi pueblo me abandonará a mí.” El Profeta Muhammad (sa) simpatizaba, naturalmente, con su tío. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y dijo:
“No te pido que abandones a tu pueblo. No te pido que me apoyes. Al contrario, puedes abandonarme y permanecer con tu pueblo. Pero el Único Dios es mi testigo cuando afirmo que aunque colocaran al sol a mi derecha, y a la luna a mi izquierda, no dejaría de predicar la verdad del Único Dios. Debo continuar haciéndolo hasta mi muerte. Puedes elegir lo que te convenga”. 2
Esta respuesta firme, directa y sincera, abrió los ojos de Abu Talib. Quedó sumido en una profunda reflexión. Aunque no tenía valor para creer, se consideraba afortunado por haber podido presenciar esta gran demostración de fe y respeto al deber. Dirigiéndose al Profeta (sa) dijo:
“Ve, sobrino mío. Haz tu deber. Que me abandone mi pueblo. Estoy contigo.” 3
Referencias:
1.Hisham
2.Hisham y Zurqani
3.Hisham
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