Religiones del mundo

El concepto del ser supremo en la religión australiana

¿Cómo se originó la religión? ¿Existe algún lugar en la tierra donde podamos remontarnos en el pasado e investigar el inicio de la creencia? Australia es un lugar idóneo para dar respuesta a estas preguntas, al ser uno de los lugares más remotos que entró en contacto con el mundo moderno, mucho más tarde que las demás civilizaciones. En el presente artículo exponemos las conclusiones de los expertos, algo que nos lleva a la siguiente reflexión: ¿Cómo es posible que los aborígenes hayan desarrollado un concepto monoteísta propio dentro de su antigua y primitiva creencia?

Por Nabila Shah, Reino Unido

Traducido por Terez Varkonyi

En los tiempos modernos es difícil demostrar que un Ser Supremo sea la esencia de la religión. Una de las razones más importantes de este conflicto es que muchas religiones carecen de historia, bien porque no se han escrito o porque la documentación es confusa o está sin completar. Además,  la influencia cristiana y musulmana junto con la colonización de las diferentes partes del mundo, ha dado como resultado que la forma originaria de las primitivas y tribales creencias hayan sufrido cambios y adulteraciones. Sin embargo, existe una parte en el mundo, la cual  fue una de las últimas en ser exploradas por el ‘Occidente’, lo que ha hecho que sus habitantes pudiera preservar sus identidades individuales, incluso de sus tribus vecinas. 

Ese lugar es Australia.

© Pixabay

El continente donde se encuentra Australia empezó a ser colonizado lentamente por los ingleses hace 200 años, hasta el punto de que a finales de los años 1.880, existían algunas zonas dónde aún no había presencia de colonos. Las tribus se enumeraban alrededor de las quinientas, cada una de ellas con sus idiomas particulares. Estas tribus habían coexistido, de un siglo a otro, viviendo en el mismo pedazo de tierra, pero en aislamiento total, y raramente se cruzaban las fronteras antiguamente establecidas. Por lo tanto cada tribu desarrolló y mantuvo así sus costumbres y ccreencias, lo que hace que un estudio de la religión en Australia, sin duda puede esclarecer los orígenes de la creencia.1

En general la evidencia nos dirige al concepto sofisticado y casi universal de un Ser Supremo. Los nombres pueden variar de tribu a tribu, pero como Janet Mathews concluye, la función es la misma:

“Ya que los idiomas de las tribus eran diferentes, estos espíritus no eran conocidos por el mismo nombre. Sin embargo, las creencias y acciones que se esperaban de los espíritus eran idénticos en cada tribu.”2

Por lo tanto, la mayoría de las tribus australianas poseían una creencia en los dioses, héroes del cielo o culturales. Por ejemplo, los Wiimabio creían que Él (su dios) creó el país entero incluyendo los árboles y los animales, y tras dar las leyes a los aborígenes, Él subió al cielo para convertirse en una de las constelaciones. Similarmente, la tribu Wotjobaluk creía que Bunjil era un Ser Supremo que una vez vivió en la tierra como un gran hombre, pero finalmente ascendió al cielo.3

Sea como fuere, los prejuicios evolucionarios de los antropólogos quienes originalmente estudiaron estas tribus a principios de los años 1.800, junto con los eruditos de hoy en día, han oscurecido la importancia de estos resultados. Esencialmente todos estos expertos han trabajado en la presuposición de que el concepto de Dios procede de la cúspide de la religión,  y que evoluciona con el tiempo y por lo tanto es una idea muy avanzada para ser adoptada por la gente primitiva. Así es, por ejemplo, como en 1.898, E.S Hartland concluye su investigación en Australia de la siguiente manera:

“… los preceptos enseñados en los misterios australianos, que se han examinado con detenimiento, [no] rinden evidencia de nada más que de un estado de salvajismo de los nativos.”4

Para Hartland los salvajes no podían tener un concepto de Dios sin la ayuda de misioneros cristianos superiores.

Similarmente, E.B. Taylor en un artículo titulado Limites de Religiones Salvajes, que apareció en la Revista del Instituto Antropológico (1.891) xxi, argumentó que los dioses superiores se habían adquirido como influencia de los misioneros cristianos dentro de  la creencia australiana. Aún así, cuando Tyler realizó estas afirmaciones, ignoró el hecho de que los dioses superiores fueron descritos por los tribus Kurnai, Lamilaoi y Euahlayi en varios periodos en los años 1.830, 1.850, y 1.880 antes de la llegada de los cristianos.5

En los años 1.880 en varios artículos publicados en la Revista del Instituto Antropológico, A.W. Howitt presentó la idea de que la variedad de nombres con los que se llamaban a los dioses superiores en las diferentes tribus, representaban la figura de un Gran Padre. Sin embargo,  en el momento que este libro fue publicado en 1.904, Howitt evitó las implicaciones de su declaración original. Al estudiar el concepto de Gran-Padre desde una visión generalizada, Howitt admitió que Él era:

“…evidentemente eterno, porque Él existió desde el principio de todo y Él aún sigue vivo.”

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Sin embargo, agregó:

“Pero al ser así, Él está simplemente en un estado que, según estos aborígenes, alcanzará todo el mundo, a menos que sean prematuramente asesinado por magia.”

Ni tampoco podía ver el concepto de la divinidad en este tema:

“…aunque sea sobrenatural, no hay rastro de naturaleza divina.”

Además, puesto que habían pocas oraciones hacia esos “Gran-Padres” y también  había pocos sacrificios, Howitt concluyó:

“… no se puede concluir que estos aborígenes posean  conscientemente  ninguna forma de religión.”6

A pesar de esto, se puede argumentar que los ritos y las ceremonias de los aborígenes constituyeron una forma de oración y adoración religiosa. Igualmente R.M. y C.H. Berndt reconocieron la existencia de ritos dirigidos a la multiplicación de vegetación y la comida:

“La idea general en todos estos ritos es ponerse en contacto con estos seres, para adquirir sus poderes con el fin de obtener la meta particular que los adoradores tienen en mente.”7

Es evidente que esto es muy parecido al concepto de oración en la mayoría de las creencias del mundo, ya sea cristianismo, islam, o judaísmo.

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En lugar de considerar este punto, otros eruditos han querido seguir la línea de pensamiento de Howitt. F. Graebner, aunque aceptó que el Gran Dios fue el creador para los aborígenes y la primera causa de todo, algo importante para hombre, argumentó:

“Pero Preuss está en lo correcto al dudar la idea abstracta de que la primera causa fuera capaz, entre hombres primitivos, de producir una figura que siempre esté llena de vida.”8

Como Howitt, Graebner también era reacio a someterse a la idea de que los aborígenes podrían haber aprendido ellos mismos acerca de los atributos de un Ser Supremo.

Al mismo tiempo, en los años 1.970 Mircea Eliade rechazó la importancia religiosa  de las creencias australianas y en su lugar argumentó:

“Los mitos son la base de la religión… siempre encontramos el mito al principio de la religión en cualquier de ellas.”

En verdad una declaración audaz, pero a su vez fue seguida por una incluso más audaz,  al afirmar que existían muy pocos mitos atribuidos a los dioses superiores en Australia comparado con otros seres sobrenaturales.9 Por lo tanto, la teoría de Eliade puede ser cierta para otras creencias de otras tribus, pero se rompe en pedazos frente a la evidencia de Australia.

De la misma manera, un antropólogo italiano muy conocido, Raffaele Pettazzoni de los años 1.920 argumentó que los dioses superiores eran producto de una imaginación mitológica. Por lo tanto, los dioses superiores no solo estaban en el cielo, si no que eran el cielo. Más recientemente, y con algo más de esperanza, T.G.H. Strehlow demostró que la tierra y el cielo siempre han existido  y han sido los hogares para  los seres sobrenaturales de las áreas donde se habla el Aranda. La zona occidental de Aranda creía que el cielo estaba poblado por un Gran Padre, que tenía una pata de emú y era llamado Knaritja; quien era eternamente joven  y poseía  esposas e hijos con patas de perro. Todos vivían de frutas y vegetales en una tierra eternamente verde, donde no habían sequias. La Vía Láctea fluía como un rio y tenía estrellas para sus fogatas. No habían animales de caza en este lugar muy parecido al Edén; tan solo árboles, frutas y flores. Todos estos habitantes del cielo eran percibidos como seres eternos y del Más Allá. Pero Strehlow no podía aceptar que estos seres del cielo fuesen seres supremos, ya que argumentó,  que no podían dar o crear vida por ellos mismos. A pesar de que estos seres del cielo mostraban dos características esenciales de su supremacía: la inmortalidad y la precedencia cronológica (por ejemplo,  llegaron antes de los héroes totémicos), Strehlow no quiso aceptar su importancia en el desarrollo de la religión australiana.10

Pero no todos los eruditos occidentales han sido ciegos a estos hechos. Algunos racionalistas de comienzos del siglo XX tuvieron un punto de vista más positivo y receptivo, a los conceptos primitivos y los orígenes de la religión.  Andrew Lang en 1.887 argumentó que los dioses superiores eran una idea  auténtica de los aborígenes y aunque hubiese pocos mitos sobre los Gran Padre, Lang concluyó que el mito vino después de la idea del dios superior. Desafortunadamente, el trabajo de Lang fue criticado por sus contemporáneos porque desafió fundamentalmente el pensamiento ortodoxo sobre el desarrollo de la religión en aquel tiempo.11

Sin embargo, Peter Wilhelm Schmidt, un gran etnólogo alemán, lingüista y sacerdote católico, en su trabajo de doce volúmenes Ursprung der Gothesidee desde 1.912 a 1.925, apoyó Lang sobre la preeminencia del concepto de un Dios Superior. Schmidt explicó la coexistencia del concepto del mito de los grandes dioses, alegando que la idea original de un Gran Dios se había mezclado con las posteriores creaciones religiosas. La gente de Kulin, por ejemplo, creía que el Bunjil tenia hermanos, hijos, hijas y en algunas tribus hasta varias esposas. Para Schmidt, Bunjil adquirió esta familia a través de varias fertilizaciones cruzadas con otras culturas posteriores.12

Pero el trabajo de Schmidt fue ignorado en gran parte por el mundo académico, quizás porque era muy extenso y además de estar en alemán, o muy probablemente porque fue observado como los desvaríos dogmáticos de un sacerdote y de que no debería tomarse en serio.  A pesar de todo, la crítica primaria de Schmidt por algunos que leyeron sus teorías, era que él no podía trazar históricamente cómo el Dios Superior adquirió los difertenes miembros familiares. Pero esta crítica ignoró la idea principal de que Bunjil, en este caso, era el factor constante y común dentro de las creencias del Dios Superior dentro de todos los Kulin. Las variaciones se crearon de debido a las adiciones incorporadas a Él. Siendo ese el caso, es lógico pensar que Bunjil, el Gran Padre, vino primero y que otros miembros de su familia vinieron después, de acuerdo al peculiar desarrollo de cada tribu Kulin. Por lo tanto, el hecho de trazar los detalles de estas adiciones era innecesario y fuera de lugar.

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A pesar de la riqueza de la evidencia descubierta por los eruditos occidentales, y las opiniones de algunos de ellos, parece que hubo una resistencia ilógica ante la idea de que un Ser Supremo creó la fe. Tan solo uno mismo, puede suponer el porqué esto fue así. El prejuicio y la parcialidad han tenido, sin duda, su importancia. La fe de la gente nómada, casi prehistórica, no puede ser una fe parecida a la de la gente sofisticada y avanzada del mundo. Además, podría parecer que los eruditos han estudiado este tema con teorías ya preconcebidas sobre como la religión se desarrolló del mito y evolucionó en el tiempo hasta que se cristalizó en la mente del hombre. Al encontrarse con la realidad de la evidencia que sugiere que la religión es un asunto más simple basado en la contemplación individual y la reflexión, estos eruditos han encontrado que ellos y sus teorías se han visto comprometidos. Es como si el significado de la evidencia ha sido demasiado deslumbrante para antropólogos y sociólogos como para apreciarlo, forzándolos a rebuscar y torcer sus resultados hasta llegar a una forma mas aceptable.

La mayoría de los eruditos australianos, del presente y del pasado, preferirían evitar el tema antes que abiertamente enfrentar la unión entre un Ser Supremo y lo que los aborígenes creen como héroes culturales, seres del cielo, dioses superiores y los Gran Padre. Al hacer esto, no solo están obstaculizando el conocimiento del hombre de la religión, pero a su vez están haciendo una injusticia a la gente aborígen. En el último siglo, quizás Schmidt y Tjang fueron quienes estuvieron más cerca de reconocer la semejanza entre las creencias aborígenes y las religiones más establecidas. Es una pena que sus puntos de vista y resultados no han sido leídos o apreciados por sus contemporáneos. Si lo hubieran hecho, quizás tendríamos un mejor entendimiento de la esencia de la fe y una ambición en el hombre a creer en un Creador universal.

Referencias:

1. M. Eliade, Australian Religions: An introduction, (1973) p.11.

2. J. Mathews, Wurley and Wommera: Aboriginal Life and Craft (1979, Sydney) p.19.

3. Eliade, op cit p.4.

4. J.S. Hartland, The “High Gods” of Australia in Folklore (1898) p.328.

5. E.B. Taylor, Limits of Savage Religion in Journal of the Anthropological Institute xxi (1891) passim; Langleh Parker in the The Euahlayi Tribe (1905); A.W. Howitt, On the Migration of the Kurnai Ancestors in JAT xv (1886) passim.

6. A.W. Howitt, Native Tribes (1904) p.503.

7. R.M. and C.H. Berndt. The World of the First Australians, (1984) p.272.

8. F. Graebner, Das Weltbid der Primitiven (Munich, 1924) pp.25-7.

9. M. Eliade, op cit p.15.

10. R. Pettazzoni Dio:Formaizione e Svilupro Del Monoteism Nella Storia Delle Relgioni (1922); Eliade, op.cit p.22; T.G.H. Strehlow, personal Monototemism in a Polytotemic Community in Festschrift fur Ad. E Jensen JI (Munich, 1964) passim; Eliade, op cit p. 31.

11. A. Lang, The Making of Religion (1887) passim.

12. M. Eliade, op cit pp. 15;18;  el trabajo de Shumidt’s work aparecio por primera vez en frances entre 1908 y 1910 en Anthropos que era una revista nueva fundada por Schmidt. Una reimpresión fue circulada aparte con el título, L’Origine de l’idee de Dieu Etude historico-critique et positive. Premiere partie: Historico-critique (Vienna, 1910). Una segunda edición más grande en Alemán apareció en 1926.

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