Existencia de Dios Islam Profetas Religión

¿Existe Dios?

Todo el concepto de religión se basa en la creencia en la existencia de un Ser Supremo, digno de ser adorado: el Ser conocido como Dios. Si Dios no existe, tendríamos que admitir que la religión es poco más que una filosofía. De hecho, tendríamos que admitir, aunque involuntariamente, que la religión no es más que una filosofía basada en una falsedad. El estatus de las escrituras reveladas se reduciría a crónicas hechas por el hombre, y el valor de los profetas quedaría disminuido a filósofos ambiciosos que buscan dominar a la gente. En cambio, si existe un Dios, un Ser Supremo que nos creó, cuida de nosotros y controla nuestro destino, tendríamos que reconocer Su existencia, esforzarnos por conocer Sus atributos, someternos voluntariamente a Su presencia y tratar de establecer una relación con Él, de acuerdo con Su voluntad.

El hecho de que el alma humana o, si lo prefieren, la psique humana, anhele al Ser Último invisible y se sienta fascinada e intrigada por el más mínimo indicio que la lleve en dirección al Ser Último, es indicativo de un vacío en el alma humana, un vacío que sólo puede llenarse alcanzando el conocimiento de ese Ser. La búsqueda de la Verdad Última o la Verdad Absoluta ha intrigado al hombre desde tiempos inmemoriales, una cuestión que las mentes humanas más capaces han intentado resolver a lo largo de los tiempos. ¿Cuál es la Verdad Absoluta con respecto a la cual todas las demás verdades son relativas? ¿Cuál es la Constante Absoluta, en relación con la cual todas las demás verdades son meras variables? ¿Quién precedió a toda Existencia y quién seguirá existiendo después del Fin de los Tiempos? Uno se pregunta si esta curiosidad y búsqueda persistente de la mente humana es casual, o podría haber sido arraigada deliberadamente en el alma humana. ¿Podría ser que el alma humana tuviera un Creador, que eligió programar Su creación, el alma humana, para buscar a su Creador? Si el alma humana ha sido programada para buscar a Dios, se deduce lógicamente que no encontrará la paz hasta que encuentre a Dios.

Leemos en el Corán un interesante diálogo entre Dios y el alma humana. Según este diálogo, Dios preguntó a todas las almas humanas: “¿No soy Yo vuestro Señor?” (Cap.7:173). Las almas humanas respondieron “ciertamente” (Cap.7:V.173). Esto no significa que haya habido alguna ocasión en la que todas las almas humanas estuvieran reunidas en una congregación en la cual Dios se dirigiera colectivamente a ellas. Simplemente significa que todas las almas humanas han testificado individualmente que Dios es su Señor y que este testimonio es intrínseco al alma humana.

Es igualmente interesante reflexionar que existe un sentido innato de moralidad en el alma humana. Entre los muchos niveles de moralidad, el más elemental se manifiesta a través de la expresión de lo que comúnmente se conoce como conciencia. Se trata de una facultad humana innata con la que todos los seres humanos, independientemente de su inclinación religiosa, han sido bendecidos. Incluso el hijo de padres ateos, nacido y criado en un entorno sin Dios, tiene este sentido innato del bien y del mal. Incluso un niño, aunque no conozca la religión, se siente satisfecho haciendo lo que es moralmente correcto, y experimenta culpa cuando hace lo que es moralmente incorrecto. Se trata de una moral independiente de cualquier apreciación consciente de los valores religiosos. Podríamos denominarlas normas morales independientes de una creencia consciente en Dios. ¿De dónde procede este sentido moral? Desde luego, no de la selección natural.

Se nos induce racionalmente a inferir que es Dios quien ha querido que los seres humanos sean bendecidos con una conciencia, una conciencia que opera incluso sin creer conscientemente en Dios. Es por voluntad de Dios que esta conciencia sirve como una guía oculta dentro del corazón del hombre, que lo elogia por sus acciones moralmente correctas y lo reprende por sus acciones moralmente incorrectas. El término coránico para la conciencia humana es “espíritu represor” (cap. 75:V.3). Por lo tanto, si bien es cierto que pueden existir normas morales independientes de una apreciación consciente de la Voluntad de Dios, el sentido moral innato en el hombre sugiere que su existencia se debe a una Voluntad precedente: la Voluntad de Dios.

La religión sirve al hombre en todas las etapas del refinamiento moral. La religión imparte al hombre un sentido de conciencia de Dios. Es esta conciencia de Dios la que eleva la moralidad del hombre a niveles superiores. La religión, por lo tanto, sirve al propósito de refinar el sentido moral innato del hombre. Da agudeza a la conciencia humana. Así, la conciencia de Dios evoluciona gradualmente hacia una relación real y viable entre el hombre y Dios.

Con respecto a la búsqueda de la paz por parte del alma humana, leemos en el Corán:

“Cuidado, la paz de los corazones sólo está en el recuerdo de Allah” (Cap. 13:V.29).

Estas palabras indican que el alma humana sólo encontrará la paz en el recuerdo de Dios. La palabra “alaa” utilizada en este versículo (Cap.13:V.29), que significa “ten cuidado”, sugiere que, aunque el hombre puede buscar la paz mental por otros medios, todas estas búsquedas están destinadas a culminar en la frustración, y que el alma humana está programada para encontrar la paz sólo en el remembranza de Dios.

El hecho de que exista una búsqueda innata del Ser Último y de la Verdad Absoluta en el alma humana, el hecho de que exista un cabo suelto del Alma Humana que sólo conecta con esa Deidad Única, el hecho de que exista un sentido innato de la moralidad en el alma humana y el hecho de que el alma humana sólo encuentre la paz última en el recuerdo de Dios, todo ello sugiere que, efectivamente, existe tal Ser – un Ser llamado Dios. Leemos en el Corán:

“Y (hay signos) en vosotros mismos. ¿No veréis entonces?” (Cap.51:V.22).

Una fuente importante de conocimiento para el hombre ha sido siempre “el testimonio fiable”. No todo en lo que creemos ha sido visto o percibido físicamente por nosotros. La Antártida, que es una realidad, de hecho todo un continente en sí mismo, nunca ha sido vista ni percibida directamente por la inmensa mayoría de los seres humanos de todo el mundo. Sin embargo, su existencia no se cuestiona ni debería cuestionarse racionalmente. No tenemos ninguna inhibición en aceptar la existencia de la Antártida por la sencilla razón de que hay abundantes testimonios que sugieren su existencia. Ponemos un canal de noticias y nos enteramos de que se ha estrellado un avión en Guatemala. Sin haber visto el accidente ni Guatemala, aceptamos espontáneamente la noticia y nos compadecemos de las víctimas. La razón es que consideramos fiable la fuente de información. Los viajeros siempre han recurrido al mapa para orientarse. Algunos incluso se han encontrado con desastres como consecuencia de haberse dejado engañar por el mapa. Sin embargo, la gente seguirá aceptando la veracidad de los mapas y las crónicas. Los humanos, como raza, hemos recibido hasta ahora la visita de más de cien mil profetas, todos ellos conocidos tanto por su buen juicio como por su veracidad. Antes de su proclamación, cada profeta era aceptado como el más veraz, así como el individuo más prudente entre su pueblo. Sólo después de su proclamación como profeta se le tacha de mentiroso, nunca antes. Un aspecto notable del carácter de todos los profetas de Dios es el hecho de que no prevén ninguna ganancia mundana en su llamada y, sin embargo, muestran una perseverancia asombrosa en la prosecución de sus respectivas misiones. La llamada de los profetas va siempre en dirección contraria a las tendencias predominantes en sus respectivas sociedades. Su llamada siempre les hace impopulares y son perseguidos. Sin embargo, su convicción no sólo es cada vez mayor, sino también inspiradora y motivadora. Por ello, el testimonio de los profetas y de otras personas veraces es algo que no puede pasarse por alto.

El fenómeno de “Causa y Efecto” es conocido por todos. Donde hay humo, hay fuego, y nadie se queda perplejo ante esta noción, aunque el propio fuego no sea visible. Experimentamos la fuerza de la gravedad en cada momento de nuestras vidas, pero nunca hemos percibido la fuerza gravitatoria en sí. Lo que percibimos es sólo el efecto. Del mismo modo, el efecto del imán sobre los objetos metálicos no es nada extraño. Lo que presenciamos o sentimos es el efecto de la fuerza magnética, siendo la propia fuerza, obviamente imperceptible. Sin embargo, no mostramos ningún escepticismo ni hacia la fuerza de la gravedad ni hacia el magnetismo. Hay muchas entidades que se reconocen por pura deducción, sin ninguna prueba directa. De hecho, es esta capacidad de reconocer la posibilidad de entidades directamente imperceptibles, sobre la mera base de postulaciones, lo que permite al hombre progresar en el descubrimiento científico.

Más recientemente, los científicos han llegado, por deducción lógica, a la conclusión de que existe una entidad a la que llaman “materia oscura” y que, en cierto sentido, llena el universo.

Esta Materia Oscura, como ellos la llaman, no puede ser percibida a través de los cinco sentidos físicos del hombre, sin embargo, su existencia tiene perfecta lógica. Además, negar o incluso ignorar su existencia deja muchas lagunas y agujeros en la manera en que entendemos al Universo tal y como lo conocemos.

Esencialmente, el hombre tiende a recoger indicios, y con la ayuda de estos indicios pasa al siguiente paso de deducción, hasta que llega a un nivel superior de comprensión y entendimiento. Es precisamente este modo de búsqueda y descubrimiento el que permite al hombre progresar de la postulación a la hipótesis, de la hipótesis a la teoría y de la teoría a la experiencia personal verificable, ya sea en relación con la Ciencia o con respecto a la creencia en la existencia de Dios

El estado de existencia del Universo o Cosmos, su aparición, su organización sostenida y ordenada y su arquitectura encantadoramente asombrosa, sugieren a la mente racional que debería haber un Creador y Sustentador de esta última maravilla de la ciencia y obra de arte. La disposición extremadamente inteligente del Universo sugiere lógicamente un Creador Inteligente que precedió al Universo. Del mismo modo, la gestión ordenada del Universo regida por leyes inmutables, sugiere un Sustentador Inteligente dirigiendo los asuntos del Cosmos. El Cosmos es el efecto -y uno hermoso, y el efecto sugiere una Causa,- la Fuente Última de esta belleza: Dios.

Desde el punto de vista del sentido común, la afirmación de que una talla de madera en miniatura se creó por sí misma sería un delirio de primer orden. Imaginar que un Universo cuya extensión es tan vasta que tomaría aproximadamente veinte mil millones de años en recorrerlo, si se viajara a la velocidad de la luz (186.000 millas por segundo), surgió por sí mismo, sería ciertamente irracional. Imaginar que la vida, con todas sus complejidades, surgió por accidente equivale a sugerir una probabilidad de uno sobre diez elevada a la potencia de doscientos. La probabilidad de que los accidentes y las casualidades conduzcan finalmente a la vida inteligente es infinitamente menor.

Todos somos conscientes de que no se puede generar una respuesta inteligente a partir de un vacío absoluto. También somos conscientes de que si llamamos a una puerta y no recibimos respuesta, no podemos deducir lógicamente de esta ausencia de respuesta que no haya nadie al otro lado de la puerta. Es posible que haya alguien dentro que no quiera responder. Sin embargo, si alguien responde, no podemos negar racionalmente la presencia de alguien dentro. Siguiendo esta lógica, llegamos a la conclusión de que, si bien la no aceptación de la oración no refuta a Dios de forma concluyente, su aceptación establece incuestionablemente la existencia de Dios. En la vida de los profetas y otros hombres de Dios, observamos una asombrosa abundancia de aceptación de la oración.

Todo profeta de Dios tiene dos aspectos esenciales en su designación como tal: el aspecto de ser mensajero de Dios y el aspecto de ser profeta de Dios. Como Mensajero de Dios, para lo cual el Corán utiliza el término “Rasool”, es designado para transmitir el mensaje de Dios a los seres humanos. El mensaje que se le asigna puede ser un mensaje nuevo que le ha sido revelado o también puede ser un mensaje revelado anteriormente a otro profeta, o a un profeta anterior. Como profeta de Dios, para lo cual el Corán utiliza el término “Nabi”, es bendecido con abundancia de Discurso Divino, Dios hablándole y revelándole asuntos de lo oculto. Basándose en este conocimiento revelado de lo oculto, el profeta profetiza, y por ello se le llama “Nabi” o Profeta. Es este aspecto de profeta el que sirve como prueba de que es un mensajero de Dios, porque es a través de sus profecías basadas en la Revelación Divina como puede establecer que es enviado de Dios.

El hombre recibe el conocimiento de lo oculto a través de la revelación y, si posteriormente se demuestra que es cierto, lógicamente sugiere que no sólo hay una fuente de donde fluye este conocimiento, sino también que la fuente de este conocimiento es realmente el Conocedor de lo oculto, presentado a los humanos por los profetas como “Dios”. Todos los profetas emitieron profecías basadas en el conocimiento revelado, pero como en todos los demás aspectos de sus roles como profetas y mensajeros, también en esta esfera vemos que Muhammadsaw supera a todos los demás. Al examinar la revelación recibida por Muhammadsaw – el Corán, no podemos evitar darnos cuenta de que hay versículos que tratan el tema de la creación del Universo así como la evolución de la vida. Revelan hechos que eran incuestionablemente incognoscibles hace 1400 años, hechos que sólo recientemente han sido verificados como hechos científicos. Obviamente, era imposible que un hombre iletrado del siglo VII d.C., un hombre que ni siquiera sabía deletrear su propio nombre, que vivía en las arenas de Arabia, tuviera acceso a secretos científicos que estaban destinados a permanecer sin descubrir por la humanidad hasta catorce siglos después.

La teoría del Big Bang, un descubrimiento reciente de la Ciencia, es algo que no podría haberse concebido, ni siquiera vagamente imaginado, hace 1400 años. El quid de la teoría del Big Bang es que en el momento del nacimiento del Universo, la masa total de todo el Universo estaba confinada en el volumen más pequeño posible, porque todos los espacios interatómicos e intra-atómicos eran inexistentes y cercanos a cero. Entonces, mediante una explosión colosal, esta masa infinitamente condensada explotó y surgió el Universo que tenemos hoy. Leemos en el Corán: “¿No se dan cuenta los incrédulos de que los Cielos y la Tierra eran una masa infinitamente condensada? Luego los separamos” (cap. 21:V.31). Del mismo modo, también es un hecho científico aceptado que el Universo está en continua expansión. Este hecho científico también fue establecido en tiempos muy recientes. Era totalmente incomprensible para el hombre del siglo VII de nuestra era. Leemos en el Corán:

“Hemos construido el cielo con Nuestras propias manos… y somos Nosotros quienes lo expandimos” (Cap.51:V.49).

Estos casos de “conocimiento de lo oculto” transferido de su fuente a su receptor son sólo una pequeña fracción de las profecías reveladas en el Corán. La mera presencia de tales profecías basadas en el “conocimiento de lo oculto” en el Corán sugiere la existencia de un “Conocedor de lo oculto”, un Dios Omnisciente.

Dios es imperceptible para los sentidos físicos del hombre e inaccesible a la pura lógica. Es demasiado sublime y sutil para ser percibido por los sentidos físicos humanos. Por otra parte, tanto Su Ser como Sus Atributos se miden en el Infinito y, por tanto, están más allá de la pura razón y la lógica. El cerebro humano tiene sus propias limitaciones, una de las cuales es la incapacidad de comprender el infinito. Sin embargo, sería igualmente irracional y poco práctico negar la existencia de una entidad simplemente porque está más allá del alcance del sistema sensorial físico humano y del cálculo matemático comprensible. Las razones anteriores sugieren, en efecto, que debería existir un Dios.

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