Por Nila Ahmad, Estados Unidos
Algunos días son buenos. Son aquellos en los que mis dos hijos terminan sus clases virtuales a las 4 pm y no hay problemas técnicos que resolver. Otros días no son tan buenos cuando terminamos a las 8 pm, y nos pasamos el día intentando arreglar los enlaces de vídeos rotos y el software de grabación que funciona mal durante el quinto intento de mi hijo de siete años de leer un libro. Es la época del COVID, y la escolarización virtual es el último experimento añadido a mi plato de responsabilidades.
Con un plato ya lleno, muchas madres están al límite en una sociedad que espera que las mujeres “lo hagan todo”.
Esta pandemia ha traído sus cargas de desempleo, inseguridad alimentaria, seguridad, preocupaciones de salud – tanto física como mental – sobre el mundo entero. Sin embargo, una de las consecuencias de la pandemia es la carga adicional que recae sobre las mujeres, en concreto sobre las madres, la de compaginar el trabajo con el cuidado de los niños, que ahora incluye la escolarización virtual. Con un plato ya lleno, muchas madres están al límite en una sociedad que espera que las mujeres “lo hagan todo”. Aunque el COVID ha puesto de manifiesto las cargas que soportan las mujeres en la actualidad ¿Qué ocurrirá cuando volvamos a las rutinas normales? ¿Se seguirá esperando que las mujeres se encarguen de todo, o cambiarán las perspectivas sobre lo que la sociedad espera de ellas?
Se han realizado numerosos estudios sobre el impacto de la pandemia en las mujeres, entre ellos uno del Centro para el Progreso Estadounidense (en inglés: Center for American Progress). Informaron:
“De hecho, un estudio reciente demostró que el 80% de los padres planean trabajar y facilitar el aprendizaje a distancia, y el 90% que tiene hijos en edad escolar y más pequeños será el principal responsable del cuidado de ambos, incluso mientras cumplen con su trabajo y otras obligaciones. Esta situación es insostenible”. [1]
Esta es solo una estadística de muchas que revelan cómo las mujeres están luchando para equilibrar sus responsabilidades laborales y familiares. Las mujeres que son el único sostén de su familia o que trabajan en primera línea, y ahora tienen problemas para acceder a las opciones de cuidado de los niños, tienen aún más cargas que llevar.
Pero esta pandemia ha afectado igualmente a las vidas de las madres que no trabajan fuera de casa. Una amiga mía que se queda en casa con sus hijos, uno de los cuales padece el trastorno de oposición desafiante [Un trastorno en un niño marcado por un comportamiento desafiante y desobediente hacia las figuras de autoridad], me dijo recientemente que ahora se siente como si estuviera al límite de su estrés.
¿No se espera, e incluso se anima, a las mujeres a hacer malabares con todo?
Otras me han contado cómo se esfuerzan por ir de un hijo al otro asegurándose de que todos tengan éxito en sus tareas escolares, a la vez que gestionan el hogar y otras responsabilidades. No cabe duda de que las cosas se nos escapan de las manos y que, como mujeres, sentimos la tensión de tener que hacer malabarismos con todo.
Y, sin embargo, ¿No se espera, e incluso se anima, a las mujeres a hacer malabares con todo? Cuando crecí en Estados Unidos, el mensaje que recibí (aún no he identificado la fuente exacta) fue que las mujeres pueden “hacerlo todo”. “Todo” significa que una mujer es totalmente capaz de compaginar una carrera y una familia, al tiempo que hornea pastelitos los fines de semana para la venta de pasteles del colegio. Supuse que, si no podía hacerlo todo, era inadecuado. El único parangón que la sociedad admiraba era la mujer con una carrera floreciente, mientras criaba a tres ángeles de virtud.
Como escribió Anne-Marie Slaughter, abogada y politóloga internacional, que dejó su puesto en el Departamento de Estado de EE.UU. para estar más cerca de sus hijos adolescentes, en su artículo para The Atlantic: “Las mujeres de mi generación nos hemos aferrado al credo feminista con el que fuimos educadas, incluso cuando nuestras filas se han visto mermadas por tensiones irresolubles entre la familia y la carrera profesional, porque estamos decididas a no dejar caer la bandera para la siguiente generación. Pero cuando muchos miembros de la generación más joven han dejado de escuchar, con el argumento de que repetir con ligereza que “se puede tener todo” es simplemente maquillar la realidad, es hora de hablar”. [2]
Para muchas mujeres, el concepto de hacerlo todo es casi una insignia de honor, y admitir que esto es insostenible para algunas es admitir el fracaso de todos los avances que el movimiento feminista ha hecho para asegurar la igualdad de las mujeres aquí en Occidente.
Yo misma he trabajado a tiempo parcial mientras gestionaba el hogar y criaba a dos niños y, por mi experiencia personal, puedo decir que siempre he dejado pasar algo. El sentimiento de culpa por fallar en una u otra cosa me empujaba a pensar menos en mí misma y en mis capacidades. No soy la única que se siente así. En un discurso de graduación en Dartmouth, Shondra Rhimes, productora de televisión estadounidense, dijo:
“Si tengo éxito en uno, inevitablemente estoy fracasando en el otro. Ese es el compromiso. Ese es el trato fáustico que se hace con el diablo cuando se es una mujer trabajadora poderosa que también es una madre poderosa. Nunca te sientes bien al cien por cien; nunca te sientes bien; siempre tienes un poco de náuseas. Siempre se pierde algo. Siempre falta algo: … Cualquiera que te diga que lo está haciendo todo perfectamente es una mentirosa”. [3]
En los últimos años, mujeres como Rhimes y Slaughter están alzando la voz en torno a esta noción de “hacerlo todo”. Este debate excluye la cruda realidad de las circunstancias económicas de algunas mujeres, que no tienen más remedio que asumir todas las responsabilidades. Tampoco se trata de un análisis del temperamento personal de la mujer, su acceso a los sistemas de apoyo, o sus propias ambiciones profesionales. Porque no se trata de que una mujer pueda hacerlo todo. La cuestión es si la sociedad debe esperar que las mujeres se encarguen de todo, y si su estatus depende de que lo hagan o no.
Desde la perspectiva del islam, la respuesta es no. Asumir que Dios Altísimo espera que una mitad de la población cumpla con todos los roles y la otra mitad asuma solo una responsabilidad, sería cruel. El islam desea establecer una sociedad en la que ninguna persona esté sobrecargada de responsabilidades, sino una en la que ambos géneros compartan por igual. Como escribió el quinto Jalifa y Jefe mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadia, Su Santidad, Mirza Masrur Ahmad (aba):
“Las enseñanzas del islam son inequívocas. Si a las mujeres se les impide realizar ciertos trabajos, no es porque se las considere incapaces o porque se comprometan sus derechos, sino porque Dios ha dividido los deberes entre hombres y mujeres. Algunas funciones son más adecuadas para los hombres y otras para las mujeres; sin embargo, en cuanto a los derechos, son iguales”. [4]
En este caso, la responsabilidad otorgada a las mujeres se considera tan valiosa como la responsabilidad otorgada a los hombres. El islam enseña que el propósito de la vida, tanto del hombre como de la mujer, es alcanzar la rectitud y servir a Dios Altísimo, así como a la humanidad. Si una mujer decide trabajar fuera de casa y dedicar todo su intelecto, su fuerza, su talento y sus habilidades a conducir a la siguiente generación hacia la grandeza, esa es su elección. Si decide hacer lo mismo renunciando a una carrera profesional, esto no niega ninguno de sus derechos o su estatus de igualdad en comparación con un hombre. Como el segundo Jalifa, Su Santidad Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra), declaró en un discurso:
“El estándar con el que las madres de la nación crían a sus hijos es el mismo estándar al que la nación se elevará, cuyo resultado será grande o ruinoso”. [5]
A medida que la pandemia disminuye y nuestras vidas comienzan a retomar un ritmo más normal, a medida que se desvanece la luz benévola con la que se ve a los niños cuando irrumpen en las reuniones de Zoom, a medida que se elimina la tensión adicional de la escolarización virtual, ¿podemos cambiar nuestra perspectiva sobre las capacidades de una mujer y sus responsabilidades? Tanto si una mujer decide trabajar como si no, ¿Puede la sociedad empezar a replantear el estatus de una mujer, no en función de si puede hacerlo todo, sino en función de su contribución a la sociedad? Una contribución que crea los próximos sucesores de este mundo. Porque si lo hacemos bien, podemos romper realmente el techo de cristal, estableciendo la igualdad entre hombres y mujeres, no solo en las salas de juntas o en los pasillos del gobierno, sino en los pensamientos y acciones de la próxima generación.
Sobre la autora: Nila Ahmad, vive en el sur de Estados Unidos con su familia. Licenciada en arte, ha participado en la ilustración de libros infantiles, además de formar parte del equipo de la revista estadounidense Al-Hilal. Su interés particular es disipar las ideas erróneas sobre la condición de la mujer en el islam. Nila es editora adjunta de la sección de mujeres de The Review of Religions.
NOTAS FINALES:
ENDNOTES:
[1] Kashen, Julie, Sarah Jane Glynn, and Amanda Novello. ‘How COVID-19 Sent Women’s Workforce Progress Backward.’ 30 October 2020, https://www.americanprogress.org/issues/women/reports/2020/10/30/492582/covid-19-sent-womens-workforce-progress-backward/.
[2] Slaughter, Anne-Marie. ‘Why Women Still Can’t Have It All.’ July/August 2012, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2012/07/why-women-still-cant-have-it-all/309020/.
[3] Rhimes, Shondra. https://susieschnall.com/shonda-rhimes-on-doing-it-all/. Accessed 10 March 2021.
[4] Ahmad (aba), Hazrat Mirza Masroor. ‘Islam and Women’s Rights.’ Al-Islam, 26 July 2008. https://www.alislam.org/articles/islam-and-womens-rights/.
[5] Ahmad (ra), Hazrat Mirza Bashir-ud-din Mahmud. Flowers for the Women Wearing Veils. Silver Spring, MD: Lajna Ima’illah USA, 2019, pg. 300.
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